sábado, 17 de diciembre de 2011
Suecia, un modelo de transparencia y desarrollo
Por Héctor Farina Ojeda (*)
Uno de esos países que despiertan la curiosidad por su excelente posición en los informes internacionales sobre calidad de vida y desarrollo humano es Suecia. En medio de la Península Escandinava, junto a Noruega y Finlandia, Suecia se erige como un modelo de desarrollo basado en una economía que ha sabido conciliar el capitalismo y los beneficios sociales. Esto se refleja en un crecimiento económico que permea hacia los diferentes estratos de la sociedad y que tiene efectos directos en cuanto a equidad, oportunidades y proyección.
Una sociedad desarrollada, próspera y equilibrada como la sueca, comprende numerosos factores que la hacen digna de imitación. Con un sistema modelo de transparencia, que garantiza el acceso a la información por parte de los ciudadanos, así como la constante rendición de cuentas por parte de las autoridades, Suecia ha logrado superar muchos de los flagelos que siguen rezagando a los países pobres. Posee un gobierno abierto, acostumbrado a ejercer la libertar de informar, y sobre todo cuenta con un elemento determinante para garantizar la transparencia: una ciudadanía culta y crítica, que ejerce un control constante sobre todas las actividades que se realizan desde las esferas de poder.
La corrupción en Suecia es casi una entelequia. Debido a los controles, la transparencia, la educación y la conciencia social, los actos de corrupción son prácticamente inexistentes. Esto garantiza condiciones ideales para el trabajo, la seguridad y el buen funcionamiento de la economía. Y todo esto no es resultado de la casualidad, sino que proviene de una larga tradición: el acceso a la información es un derecho constitucional que poseen los suecos desde 1766.
Con la transparencia en el uso de recursos, los ciudadanos tienen la seguridad de que vale la pena pagar impuestos: aunque los gravámenes son muy elevados, los resultados se pueden ver en sistemas de salud eficientes, en una educación gratuita y de alta calidad, en seguridad en las calles y en beneficios sociales de diversa índole que apuntan a asegurar la calidad de vida de la gente. El buen uso de la riqueza se nota en los niveles de desigualdad social más bajos del mundo.
Algo siempre notable en los nórdicos es la enorme importancia que le destinan a la formación de su gente. En Suecia, las escuelas son de acceso público y gratuito para todos. Hace más de un siglo ya tenían una base envidiable: todos los niños sabían leer y escribir. Actualmente la educación es obligatoria para todos los niños y adolescentes: de todos los estudiantes que terminan la secundaria, prácticamente todos continuarán con los estudios superiores. De esta manera, no sólo aseguran la formación de una ciudadanía culta y consciente de las necesidades del país, sino que logran generaciones competitivas, capaces de producir, innovar y generar riqueza. Son muy competitivos en cuanto a manufacturas, productos químicos, tecnología y maquinaria.
Cuando miramos los resultados en las sociedades escandinavas y los comparamos con lo que vemos cotidianamente en América Latina, no podemos dejar de escandalizarnos y cuestionarnos profundamente sobre lo que estamos haciendo mal para obtener resultados tan opuestos: tenemos niveles de pobreza vergonzosos, una desigualdad más elevada que África, millones de analfabetos funcionales y muchos marginados que no accederán ni a la riqueza ni al bienestar si no cambiamos radicalmente el contexto en el que vivimos.
Un ejemplo que deberíamos tomar de los suecos es el de la cultura de la transparencia, que seguramente haría que disminuyan en forma rápida los malos manejos de los recursos, la corrupción desde el poder y la irresponsabilidad en la administración de lo ajeno. Como un paso inicial para cambiar nuestras sociedades, tenemos que adquirir un mayor compromiso con nuestro entorno, de forma tal que nos convirtamos en verdaderos contralores y garantes del funcionamiento de nuestros gobiernos.
Las comunidades comunicadas, educadas, con acceso a la información y que pueden regularse gracias a sistemas de transparencia, hoy son una urgencia para asegurar el progreso y la equidad. Los suecos lo saben y por eso hoy gozan de beneficios que nosotros no hemos podido consolidar.
(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios del Diario La Nación, de Paraguay.
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