domingo, 6 de abril de 2008

Palabras errantes, realidades lejanas

Por Héctor Farina (*)

No dijeron nada nuevo. Las promesas de los candidatos a la Presidencia de la República del Paraguay no pasaron de la repetición de palabras errantes, de frases articuladas que se ajustaron al show mediático que se vio en América Latina por medio de la transmisión conjunta de CNN y el Sistema Nacional de Televisión (SNT). No hubo debate ni cuestionamientos. Faltaron las preguntas ácidas y las respuestas contundentes, así como las aclaraciones que hicieran aterrizar los discursos en algo más concreto que el afán proselitista, oportunista y efímero.

El foro de los presidenciables acaso sirvió para que los espectadores de países latinoamericanos recibieran una pincelada superficial de los planes de los aspirantes a gobernar el Paraguay en los próximos cinco años, así como para “informar” a algún que otro paraguayo en el exterior desconectado de los ruidos políticos del país. Pero no sirvió para dar respuestas claras ni indicar el camino que ofrecen, quizás por el formato rígido de la televisión, por el escaso tiempo que los condenó a recitar sus versos en rima alternada, por la falta de verdaderas propuestas o por la aviesa intención de no demostrar más que aquello que haga presumir a los incautos que tienen planes que podrían mejorar la realidad de todo un país, aunque se olvide la mejoría luego de las elecciones.

Las frases trilladas y las promesas esperanzadoras no lograron sin embargo ocultar el divorcio del discurso y la realidad, la lejanía de las palabras con respecto a su posible concreción en hechos. Ni siquiera se estableció una prioridad para los paraguayos y una manera efectiva de atenderla. Hasta resultó simpático cuando se tocó el tema de la educación, como si el tema fuera propio de una historia fantástica y no de una realidad doliente, como si quisieran divertir con las propuestas y no proponer medidas concretas.

Imagínense a Lino Oviedo prometiendo que la educación será “su obsesión”, en medio de sus conflictos con el idioma que impidieron la articulación de un discurso claro, ante la indocilidad de las palabras que no se dejaban domar para fluir en correcto español. O imaginen a Blanca Ovelar hablando de combatir el analfabetismo si gana las elecciones, cuando fue parte del mismo gobierno que no supo educar y que prometió “analfabetismo cero” en el 2008 (creo que se referían a este año). En tanto Pedro Fadul dijo que hay que recuperar al Ministerio de Educación para la educación y no para la politiquería, con lo que los politiqueros perderían uno de sus temas favoritos para el proselitismo, así como verían afectada la cantera de donde salieron el último presidente y la última candidata oficialista.

Pero en otros temas tampoco dejaron muy claras las cosas, como cuando Lugo -quien llamó la atención por su seriedad y por romper la monotonía de los trajeados sin la necesidad de recurrir al uniforme verde olivo, la boina o la guayabera- habló nuevamente de la renegociación de Itaipú y de la reforma agraria, pero sin establecer los pasos y mecanismos concretos para lograr los objetivos. Todos coincidieron en la necesidad de combatir la corrupción y de sanear la Justicia , pero dijeron lo mismo que se esperaba, lo que sabíamos y no vale la pena repetir, salvo si lo hacen para demostrar con autoridad moral y con credibilidad que efectivamente combatirán los flagelos y tomarán medidas que devuelvan la seriedad y la honestidad a las instituciones.

El reto que tienen los electores en el Paraguay es ver más allá de las palabras errantes de los candidatos y de las realidades lejanas que prometen, para vincular los proyectos a una probabilidad cierta de cumplimiento. No hay que dejarse engañar por los que siempre mienten, por los que prometen lo que sabemos que no cumplirán, por los que representan promesas desmentidas por sus actos, ni por los que ofrecen realidades que no existirán más que en forma de esperanza mientras dure la campaña proselitista.

Es hora de asumir una actitud cívica honesta que nos lleve a elegir al más creíble de los candidatos, a quien efectivamente trabaje en forma seria para mejorar el país. Y la sociedad debe ser no sólo la que elige, sino la que controla, exige, cuestiona, indaga y hace respetar sus derechos. Todos juntos debemos marcar el punto de inflexión que marque la divisoria clara entre un país atrasado y uno que efectivamente trabaja por superarse.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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