domingo, 20 de abril de 2008

Más allá de las elecciones

Por Héctor Farina (*)

Las elecciones presidenciales de este domingo son una convocatoria general en la que los ciudadanos tenemos la obligación de decidir, por nosotros mismos, cuál es el país que queremos. No se trata de un mero ritual ni de la simple elección de opciones en una papeleta, sino de encaminar responsablemente los pasos que queremos que tome el Paraguay en los próximos años. Podría ser un punto de inflexión en la historia, una muestra de la vigencia del eterno retorno, un signo de madurez, de cansancio, irresponsabilidad o apatía, pero lo cierto es que la decisión depende de cada uno y de todos.

Nuestra responsabilidad como ciudadanos y como paraguayos empieza con la decisión en las urnas, pero no se agota en el hecho de haber votado, sino que debe extenderse a todos los ámbitos de la vida pública y las acciones cotidianas. Esa responsabilidad debe apuntar a marcar un giro radical en nuestra actitud que nos permita recuperar nuestro poder como ciudadanos y nuestra autoestima como nación. Se trata de hacer respetar nuestros derechos, de ponerle un alto de una vez por todas a la desfachatez, la corrupción y la manera grosera en la que se manejan los bienes públicos y en la que se juega con la vida de las personas y con el destino de un país.

Gane quien gane, los ciudadanos deben hacer valer su poder como soberanos, como contrapeso de las autoridades, como contralores y participantes activos en la construcción del país. No se puede esperar sentado mientras desde el Gobierno se toman las decisiones importantes, pues no se mejora con dejar la conducción en tales o cuales manos sino con las acciones concretas que se realizan para superar los problemas que aquejan a la ciudadanía y vencer a las carencias. Y es el ciudadano el que debe exigir, presionar y cuestionar para que se atiendan los temas importantes, como la educación, el empleo y la salud.

Propongo que, gane quien gane, los ciudadanos asumamos la responsabilidad de no tolerar a ningún corrupto o persona de dudosa honestidad en los puestos públicos importantes, que no se permita el nombramiento de politiqueros, oportunistas y avivados que sólo se presentan a cobrar su “cuota política” sin más preparación que la del ladrón que espera la oportunidad para meter la mano en la bolsa ajena. Pido que no aceptemos más que a gente con preparación y honestidad al frente de ministerios, entes públicos, binacionales y otros estamentos. Y que nuestro rechazo, nuestro repudio y nuestra protesta se hagan sentir con fuerza ante el menor intento de nombrar a sinvergüenzas, charlatanes y estafadores en cualquier institución pública.

La propuesta apunta a establecer un sistema para sancionar con más fuerza a los que roban, malversan o se aprovechan del poder para beneficiar a unos pocos. Pero la sanción ética o moral debe ser inmediata desde la ciudadanía, de manera tal a no permitir que se siga robando mientras los ladrones se escudan en la burocracia para seguir llenando sus alforjas y alejarse después como si nada hubiera pasado. La presión de la ciudadanía debe apuntar también a que haya mecanismos legales de sanción efectiva a los corruptos, para que no haya legisladores que puedan violar lo que se les antoja amparados en fueros, o funcionarios que usan los bienes públicos para beneficio personal. Pero el primer paso es la exigencia individual y social, la intolerancia con la corrupción, desde los pequeños actos.

Y propongo que asumamos la educación como responsabilidad nacional, desde nuestro papel de individuos y como sociedad, desde tomar la iniciativa de leer y promover la lectura hasta debatir y exigir el cumplimiento de medidas estructurales que nos saquen del atraso. Como, por ejemplo, demandarle con fuerza al Gobierno que por lo menos duplique la inversión actual en educación y que se controle la aplicación efectiva de los recursos. En la medida en que nosotros mismos, como responsables de nuestros actos, empecemos a construir con honestidad, a exigir seriedad, a condenar la corrupción y a comportarnos como una sociedad seria y exigente, podremos aspirar a marcar el punto de inflexión que nos aleje de un país atrasado y nos acerque a uno mejor.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

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