domingo, 17 de febrero de 2008

La tibieza como respuesta

Por Héctor Farina (*)

La actitud tibia y cansina, como una forma de respuesta a los males que nos aquejan, es quizá uno de los peores signos de mediocridad y conformismo. La tibieza en las sociedades es una condena más cruel que la misma inutilidad, pues evidencia que se puede hacer algo pero no se hace en forma, que se puede construir pero no se pasa de remover y acomodar escombros, que se pueden tomar actitudes de cambio pero no se pasa de las intenciones verbales, de la queja estéril y de la inconformidad recitada.

Pareciera que a todos los males que tienen que soportar los países latinoamericanos, como el Paraguay, hay que sumarle aún la tibieza de la gente como común denominador de los males de los que tanto nos quejamos. Esa tibieza se nota en la falta de reacción y de condena, en la aceptación cíclica de los mismos corruptos y sistemas de empobrecimiento, en la baja inversión en la educación que tanto necesitamos.

Es casi increíble que los paraguayos tengan que seguir soportando males que deberían ser erradicados, como el caso de la fiebre amarilla, una enfermedad que ya no existe en el primer mundo y que hace 30 años había desaparecido del país. La actitud tibia se nota cuando recién se reacciona ante el brote de la epidemia, cuando la gente se enferma y comprende que no hay vacunas, que los hospitales no están preparados y que no se tienen planes certeros para combatir el mal. El calvario, la histeria y las muertes pudieron haberse evitado si se hubiera tenido una actitud más firme de prevención, exigiendo seriedad y planes concretos a las autoridades, si se hubiera aprendido algo de las epidemias de dengue de los últimos años que nos encontraron en la misma situación de imprevisión.

La mediocridad y la tibieza se perciben al tolerar discursos populistas y baratos cuando el país urge medidas sanitarias efectivas, cuando no se generan empleos ni se invierte en educación, cuando no se atina a otra reacción que dejar de escuchar o fingir que no pasa nada. Una actitud tibia es quejarse de lo mal que le va al país pero no pasar de la queja a la acción, de la disidencia estéril a la construcción efectiva de una sociedad mejor, del plagueo a las propuestas de cambio.

Es común escuchar quejas sobre el mal Gobierno de Duarte Frutos, sobre la corrupción y la grosería de empobrecer más a un país ya demasiado esquilmado, pero de todos modos se sigue dando espacios mediáticos a los discursos insultantes, se siguen aceptando las prebendas, haciendo hurras en mítines y saliendo en las fotos sociales con los corruptos.

Todos estamos de acuerdo en que la corrupción es una de las principales causas de la pobreza del país, pero la condena es tibia o inexistente, y contrariamente a lo que correspondería, se siguen aceptando sobornos, prebendas, se mendigan cargos y se soluciona todo con “coimas”, usando el camino corto de la transa, el mismo camino que sabemos que nos lleva a la pobreza de la que tanto nos quejamos.

Uno de los requisitos mínimos para cambiar la situación del país es abandonar la actitud tibia, propia de los mediocres y pusilánimes. Hay que usar las herramientas que tenemos para demostrar nuestra inconformidad, nuestra urgencia de cambio. No votar a los corruptos, no dejarse arrastrar por discursos populistas, ser agentes efectivos en la prevención de enfermedades, promover la educación y exigir resultados concretos a las autoridades, son apenas algunas de las cosas que efectivamente podríamos hacer para salir de la tibieza.

Se necesita una respuesta más contundente de la sociedad, como individuos y como país. Urge que se exijan sanciones concretas para los corruptos, que no se tolere la presencia de facinerosos en los puestos públicos, que no se acepten las promesas de los que sabemos que no cumplen, que nos plantemos con firmeza a la hora de exigir educación y de comprobar los resultados. Si no pasamos de la respuesta tibia a los males que hoy agobian al país, no cabe duda de que seguiremos soportando los males de siempre, hasta que aprendamos a ser firmes y responder en forma.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

1 comentario:

Daniel Barrientos dijo...

Estimado colega Héctor: Antes que nada te cuento que soy argentino, pero de madre y esposa paraguayas, por lo que el afecto que tengo hacia tu país es por demás enorme. Quiero decirte que estoy comepletamente de acuerdo con tus palabras y tus pensamientos. Siempre sentí esa tibieza en la gente, que prefiere las salidas rápidas a las estructurales. Está faltando un movimiento masivo de acción para cambiar esta realidad tan vergonzosa. Deseo que algo empiece a cambiar este año, que se diga de una buena vez BASTA. No digo que Argentina es el paraíso, pues todos los países latinoamericanos pasan por situaciones similares, lamentablemente. Pero me da mucha pena que Paraguay parezca más atrasado que el resto. Y no dudo que hay gente capacitada. Precisamente en la gente como vos, con acceso a una buena educación y/o preparación tiene la responsabilidad de aportar su granito de arena.
Por otro lado te felicito por intentar defender el periodismo índependiente, como debe ser. Hoy en día es cada vez más una utopía, pero no hay que perder la ética, nunca, porque sino esto deja de ser una profesión para convertirse en un oficio.
Por último te comento que años atrás me fui con una promesa de trabajo en un medio, el que me hubiera permitido quedarme a vivir allí. Pero me engañaron y me quedé con las ganas. Ojalá algún dìa pueda trabajar en Paraguay y ayudar desde mi lugar.

Un abrazo afectuoso

Daniel Barrientos