domingo, 18 de noviembre de 2007

La tiranía de la ignorancia

Por Héctor Farina (*)

Como decíamos ayer, los lazos de la tiranía todavía perviven en el espíritu del Paraguay, más allá de la caída del tiranosaurio hace ya 18 años. Estas ataduras mantienen la opresión de un pueblo que no termina de sacudirse de los males que lo limitan y lo sumen en la pobreza y el atraso. Y dentro de estos lazos perversos, la ignorancia es la que condena con más fuerza, sin pudor ni piedad, a una sociedad que no consigue o no termina de comprender que la educación es el camino para romper el cerco de la miseria y el sometimiento.

“Únicamente se liberan los libres”, sentenciaba Félix en El Fiscal (1993), la novela de Roa Bastos, en alusión a la necesidad de liberar al pueblo paraguayo sometido por el tiranosaurio. Queda claro que los libres no son los que no tienen educación, los que viven colgados del clientelismo, los que esperan que opriman a otros para sacar algún rédito, los que siguen avalando corruptos y esperando cambios mientras no hacen nada, los que prefieren una cerveza a un libro con el cual educar o educarse. Estos son quienes mantienen en el atraso a todo un país creyendo que mejoran.

La tiranía de la ignorancia se manifiesta en ese desinterés por la educación, desde la misma actitud individual del que no quiere leer hasta la actitud pasiva de la sociedad que no reacciona mientras los gobiernos de turno despilfarran recursos en proselitismo y corrupción antes de invertir en programas educativos. Esta tiranía se nota en el conformismo de la gente, que se resigna a esperar el cumplimiento de promesas de una mejor educación y no toma la iniciativa de protestar y exigir, de intentar superarse a pesar de las adversidades. Ya sea desde el sistema o desde el individuo, el no enseñar y el no querer aprender nos condenan con la misma crueldad.

Si la educación es el camino, y si tenemos que educar y educarnos para ser libres, no podemos tolerar ya a ningún gobierno que destine menos del 6% del PIB a la educación. Es intolerable que haya más de 10.000 maestros que trabajan sin percibir honorarios, así como que haya escuelas sin bancos ni libros mientras los recursos del Estado son saqueados por inescrupulosos. Y es más nefasto todavía el hecho de que además de no facilitar la educación, no se creen oportunidades dignas para los que se educan.

El Paraguay urge que, de una vez por todas, se tome una actitud radical y se inicie una campaña sin precedentes a favor de la educación: hay que exigir que se duplique la inversión actual en educación, que se paguen salarios dignos a los maestros y que se los capacite, que se promuevan becas para estudiantes e investigadores, que se renueven y actualicen las bibliotecas públicas, que haya computadoras con Internet disponibles en las escuelas, colegios y universidades, y que se promueva el acceso de la ciudadanía a materiales educativos de bajo costo.

Para romper con la tiranía de la ignorancia primero tenemos que romper con la actitud conformista y la pasividad del resignado: hay que capacitarse y capacitar a los demás con voluntad de poder, al tiempo que se exige que se generen las condiciones propicias para el desarrollo de una educación integral para toda la sociedad.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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