Por Héctor Farina Ojeda
La caída del precio del petróleo en los
mercados internacionales, que genera preocupación por la consecuente
disminución de los ingresos petroleros, puso un toque de alerta ya harto
conocido en la economía mexicana: ante la dependencia que se tiene de ciertos
sectores, cuando estos se ven afectados se teme un impacto fuerte en todo el
país. Cuando se habla de un mal momento de los precios del petróleo, de las
remesas, el turismo, las exportaciones o -fundamentalmente- la economía de
Estados Unidos, sabemos que el efecto sobre México es inminente y será
duro.
Y no solo se trata de la dependencia de
las cuatro principales fuentes de ingreso, sino que todas ellas dependen de lo
que ocurra en la economía estadounidense. Más del 80 por ciento de las
exportaciones mexicanas tiene como destino el mercado del vecino del norte, en
tanto las remesas tienen como origen a los trabajadores que tuvieron que irse a
Estados Unidos en busca de ingresos. Y en este contexto, el turismo también
posee un alto contenido de ingresos provenientes del lado estadounidense.
En tal coyuntura, la premura del
gobierno por anunciar que “las finanzas están blindadas” se da frente a la
disminución del 30 por ciento del precio del crudo desde junio. Lo curioso es
que el mal momento del ingreso petrolero se produce cuando hay un repunte de
los ingresos por remesas, turismo y exportaciones. Pero pese a este anuncio de
blindaje de una de las principales fuentes de ingreso, en realidad no cambia el
fondo de la cuestión: hay una marcada dependencia a ciertos sectores, hay una
concentración de la riqueza en pocas manos, el crecimiento económico sigue
siendo mediocre y esto no alcanza para generar suficientes empleos ni para
revertir los números de la pobreza.
No es casualidad que México todavía no
termine de recuperarse, pues Estados Unidos continúa su dilatada recuperación
económica tras la crisis de 2008. La dependencia es demasiado fuerte, por lo
que blindar un ingreso o una fuente es necesario pero no suficiente. Es lograr
estabilidad para los grandes indicadores pero seguir con la deuda de hacer que
esos números aterricen en la pequeña economía y generen beneficios para la
gente que más lo necesita.
La urgencia mexicana no debería ser
blindar ingresos ni seguir manteniendo grandes indicadores, sino generar un
dinamismo propio que permita no estar a merced del vecino ni de la riqueza
proveniente de uno o dos sectores. Y para pensar en un dinamismo propio hay que
hacer una economía competitiva, que produzca con calidad y pueda posicionarse
en los mercados internacionales. Es necesario diversificar las fuentes de
ingreso y los destinos de las exportaciones, pero ello solo se logra con
sectores competitivos, con mano de obra calificada y con una producción de
calidad.
Los grandes números son importantes
pero no llegan a cubrir las necesidades de la gente. Hay que apostar por
fortalecer las microempresas, los emprendimientos y la capacidad de hacer de la
gente. Es hora de trabajar con la gente y romper dependencias.
Publicado en Milenio Jalisco, en el espacio "Economía Empática". Ver original aquí:
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