lunes, 15 de diciembre de 2014

El riesgo de la pobreza


Por Héctor Farina Ojeda

La advertencia fue clara por parte del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno: existe el riesgo de que una parte de las personas que lograron salir de la pobreza y subir a la clase media vuelvan a ser pobres El factor que hace temer esto es que no se espera la misma bonanza económica para América Latina en los próximos años, es decir que no se tendrá el mismo crecimiento, además de las carencias en cuanto a políticas públicas y dinamismo propio que favorezcan un desarrollo equitativo. 

Las palabras del titular del BID hay que tomarlas como un toque de alerta y no como un augurio funesto. Si pese a la buena coyuntura latinoamericana en los últimos años los resultados en cuanto a disminución de la pobreza han sido limitados y precarios, hay que pensar qué pasaría sin esa bonanza. Y más en el caso de México, que en las últimas tres décadas ha logrado apenas un crecimiento económico mediocre de alrededor del 2 por ciento, en tanto se mantiene la condición de pobreza que afecta a cerca de la mitad de la población. ¿Cómo evitar el riesgo de la pobreza en un contexto de crecimiento insuficiente y de notable desigualdad?

Si en tiempos de auge en la región, la economía mexicana no creció a tasas importantes y no logró revertir la pobreza, la pregunta es qué podemos esperar sin dicho auge. Es sabido que una de las obsesiones de los gobiernos es lograr el crecimiento para generar riqueza, pero también es sabido que en sociedades desiguales esto no equivale a menos pobres, sino a una mayor diferencia entre los ricos y los que viven en la pobreza. En México la economía crece pero la riqueza generada se concentra en pocas manos. Imaginen lo que pasa cuando no crece. 

La inquietud detrás de la advertencia debe estar centrada en cuáles son los elementos con los que contamos para lograr un dinamismo económico propio que pueda hacerle frente a coyunturas internacionales no favorables, así como para lograr una distribución más equitativa de la riqueza y las oportunidades. Si vemos los resultados, las políticas sociales no han sido suficientes o no han sido las adecuadas. Por eso siguen ahí los pobres, por eso la desigualdad y por eso ni los buenos vientos soplaron ni soplarán para todos.

Pensar en la “derrama económica” ya no alcanza, pues antes de derramarse la riqueza, queda retenida en el interminable recipiente de unos pocos. Hay que pensar en la capacidad de hacer de la gente como la fuente genuina de la generación de riqueza. Más innovación, más educación, más ciencia y tecnología, y menos coyuntura y menos dependencia de factores externos. 


La pobreza y el riesgo de más pobreza siempre estarán presentes, con auge o sin auge en la región, en la medida en que no logremos construir una economía competitiva que se base en el talento, la creatividad y el conocimiento de la gente. Las crisis son cíclicas, las bonanzas son efímeras y la economía internacional es demasiado cambiante. Lo auténticamente nuestro es la capacidad de hacer. Eso nos hará fuertes frente a los riesgos de la pobreza.

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