lunes, 28 de mayo de 2012

Estudiar fuera de la ciudad natal, una “lección” de vida

Cd. y Región • 28 Mayo 2012 - 2:40am — Alejandra Valenciano

Al verse lejos de su lugar de origen y familia, los alumnos reestructuran sus rutinas y construyen redes solidarias para integrarse al nuevo entorno, como en el CUCiénega.


Foto: Cortesía
Los alumnos del CUCiénega nutren de vida y contribuyen a la economía de Ocotlán, ya que pasan entre tres y cinco días en la ciudad y consumen.


Guadalajara • Para muchos jóvenes ser estudiante universitario representa una tarea difícil, primero por la lucha de enfrentarse para conseguir un lugar en la matrícula de alguna institución universitaria y después por las largas jornadas de desvelo, trabajo y dedicación a que se someten a fin de cumplir con las exigencias escolares, apoyados moral o económicamente –en la mayoría de los casos– por sus familiares y amigos; éste es el panorama más común del estudiante universitario, sin embargo, existe una parte de la comunidad estudiantil que además de ver por su desempeño escolar, debe preocuparse por pagar una renta, encontrar trabajo, cocinar sus alimentos, pero sobre todo tener la capacidad de adaptarse rápidamente a un nuevo entorno y compartir su espacio personal con individuos ajenos a su círculo familiar. Son los estudiantes de centros universitarios regionales.

Cada semana aproximadamente 5,500 jóvenes toman clases en el Centro Universitario de la Ciénega (CUCiénega), de la Universidad de Guadalajara. Conocido popularmente como el Cuci, es uno de los nueve campus regionales con los que cuenta la casa de estudios. Aunque el CUCiénega cuenta con módulos en Atotonilco el Alto y La Barca, la sede principal está ubicada en Ocotlán, un municipio de 83 mil 709 habitantes, a 80 kilómetros de la capital jalisciense.

Además del alumnado de la zona metropolitana de Guadalajara, el CUCiénega atiende principalmente la demanda estudiantil de 18 municipios de Jalisco y Michoacán, sin embargo también recibe estudiantes de Oaxaca, Veracruz, Sinaloa, Chihuahua, Puebla, Nayarit, Guanajuato y, ocasionalmente, de otros países del mundo.

A diferencia de los centros universitarios temáticos, edificados en la urbe, donde la población estudiantil comparte gustos e intereses afines por su orientación educativa, en el CUCiénega conviven alumnos de 15 disciplinas universitarias distintas, que a su vez comparten hábitos de su lugar de origen, esto convierte a este campus en un centro de diversidad cultural.

Los profesores del campus están conscientes de la diversidad del alumnado y saben que poseen un perfil distinto a otros estudiantes: “Cuando entra un estudiante, nosotros sabemos que en realidad no entra un estudiante por sí solo, sino que entra una historia con sus características; y está el [estudiante] que viene de muy lejos y que tiene que quedarse en un pueblo sin más gente conocida que sus compañeros o maestros, y esa persona tiene que hacer mucho esfuerzo para sobrevivir”, comentó Héctor Claudio Farina, profesor y coordinador de la licenciatura en periodismo del CUCiénega.

Aunque no es fácil hacer generalizaciones con estos alumnos, lo común es que pertenecen a entornos socioeconómicos medio-bajos, lo que genera un nivel de deserción importante, que en la mayoría de los casos tienen que ver con la falta de recursos que orilla al estudiante a dejar inconcluso su propósito académico.

Ante esta complejidad, los estudiantes llevan a cabo estrategias de solidaridad que les permiten subsistir con mayor facilidad, como rentar una casa entre varios compañeros, compartir los gastos de energía eléctrica e Internet y cooperar para comprar despensa para el grupo.

De acuerdo con Farina, más allá de lo académico, los alumnos reciben una importante lección de vida que se vuelve titánica por la edad en que la reciben, pues estos estudiantes tienen en promedio 21 años de edad.

“Es cuando uno debe aprender a trabajar para mantenerse, cuando uno debe recortar gastos, aprender a convivir, a ser responsable”, los resultados de esta lección se hacen evidentes al final de las clases, cuando la mayoría de ellos en lugar de volver a su ciudad de origen, emprenden la búsqueda del éxito en grandes ciudades del centro del país y algunos estados del norte.

Además de darle vida a la ciudad, los estudiantes son un pilar fundamental de la pequeña economía local que se ve afectada cuando los universitarios se encuentran en periodo vacacional.

A pesar de las dificultades cotidianas con las que deben lidiar, al final del día muchos alumnos logran cumplir con sus responsabilidades escolares, saben que todo es aprendizaje y valdrá la pena.

Fuente: Milenio Jalisco, sección Ciudad y Región. Ver la nota original aquí

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