domingo, 8 de abril de 2012

Qatar, de la riqueza energética al conocimiento


Por Héctor Farina Ojeda (*)

País pequeño, joven, innovador y con uno de los crecimientos económicos más impresionantes de la actualidad. Qatar, un emirato árabe, ha sabido canalizar la riqueza de su producción petrolera hacia los cimientos de una sociedad moderna, competitiva y con visión futurista. Hace apenas 40 años que goza de independencia. Tiene cerca de dos millones de habitantes y puede presumir cifras que hacen palidecer a países grandes: más de 100 mil dólares de ingreso per cápita, el doble que los estadounidenses, además de gozar de un elevado índice de desarrollo humano. Junto a Noruega y Luxemburgo, este país árabe encabeza la lista de mayor riqueza por habitante.

El principal sustento de la riqueza catarí está en el sector energético: con enormes reservas de petróleo y gas, con una tecnología de vanguardia que permite refinar el combustible en forma eficiente y rentable, y con una marcada proyección hacia el mercado internacional, ha logrado generar ingresos y, sobre todo, progreso. Pero a pesar de la gran cantidad de riqueza que se extrae de los recursos energéticos, la idea de país que tienen apunta a dejar de depender de dichos recursos y lograr un desarrollo sobre la base del capital más cotizado del tiempo que nos toca vivir: el conocimiento.

Una de las convicciones que mueve a la economía de Qatar es que la bonanza coyuntural del petróleo debe ser aprovechada al máximo, pues en algunas décadas el oro negro se habrá acabado y para entonces habrá que tener una fuente más sustentable de crecimiento. Y esa fuente la buscan en la educación: destinan el 3,3% de su Producto Interno Bruto (PIB) a la educación (porcentualmente parece poco pero monetariamente es muy importante) y 2,8% a la investigación en ciencia y tecnología. Y no sólo se trata de destinar dinero a los sistemas educativos, sino que con miras a dar el gran salto en poco tiempo se concedieron enormes incentivos para que las mejores universidades estadounidenses se instalen en el país. En poco tiempo, “acercaron” una educación competitiva a sus ciudadanos, que hoy no necesitan salir de su territorio para recibir la misma formación que antes les costaba mucho dinero y pagar el precio de la emigración.

La educación para los cataríes es gratuita, en la convicción de que los resultados serán altamente beneficiosos para todos, pues lograrán posicionarse en la economía del conocimiento y depender exclusivamente de la capacidad de su gente. Qatar está en un proceso de impulso de grandes proyectos: desde “La Ciudad de la Educación”, donde convergen las mejores universidades y los estudiantes de diversos sitios del mundo, hasta el Parque de Ciencia y Tecnología para empresas tecnológicas, que es un trampolín para la innovación productiva.

El incentivo a la educación, a la investigación científica y el desarrollo de la tecnología hacen de Qatar no sólo un país rico sino que lo posicionan como uno de los referentes en materia de construcción de un futuro de progreso y riqueza.

Al mirar el ejemplo catarí no podemos dejar de sentir enojo, tristeza y acaso frustración cuando sabemos que tenemos la misma o mayor riqueza, pero los datos que representan a nuestras economías se leen en materia de pobreza, exclusión y atraso. Venezuela con el petróleo, Bolivia con el gas y Paraguay con la electricidad deberían ser naciones ricas, sin pobres y con niveles de calidad de vida del primer mundo. Pero la falta de una visión de país, el rezago educativo y el mal aprovechamiento de lo que tenemos hacen que se viva en una precariedad impropia que se ha ganado sobre la base de no tomar las decisiones correctas.

Mientras en Qatar facilitan la instalación de universidades extranjeras en su territorio, en países como Paraguay el tiempo se pierde en discusiones estériles sobre si se debe incrementar una semana de clases o si se debe capacitar a los maestros.
Mientras los cataríes buscan convertir la riqueza petrolera en riqueza intelectual, en Paraguay se vive de la pobreza de las propuestas políticas que no sólo desprecian al conocimiento sino que buscan encumbrar a los mediocres en el poder. No se habla de convertir al país en un centro de expertos en el uso de la energía eléctrica para el desarrollo, sino que se traban ideas, se ningunea al que sabe y se entorpecen las buenas iniciativas.

No hace falta reinventar la rueda ni teorizar sobre los agujeros negros para saber que con un mejor aprovechamiento de los recursos y una inversión estratégica en la educación de los nuestros podríamos dar un salto tan significativo como el que presume un pequeño emirato árabe que sabe cómo generar riqueza.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Correo electrónico: hecfar05@yahoo.com

Publicado en el Suplemento Estrategia, una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

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