domingo, 3 de julio de 2011

El desarrollo de habilidades frente al mercado laboral

Por Héctor Farina Ojeda (*)

En un libro bastante provocador, que lleva el sugestivo título de “El fin del trabajo” (1995), el economista estadounidense Jeremy Rifkin nos confronta ante un mundo en el cual hay una pérdida generalizada de empleos debido a la incorporación de la tecnología como reemplazante de la mano de obra humana. En un mundo que requiere de más productividad, la tecnología ha facilitado los procesos de producción y ello está generando desempleo y un desplazamiento de los trabajadores hacia empleos más precarios.

Nos encontramos en un proceso de revolución tecnológica que implica una modificación de las formas de empleo, en un contexto que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman define como “tiempos líquidos”, en donde todo es inestable, difuso, efímero y sin proyección a largo plazo. En otras palabras, vivimos en sociedades en donde el mercado laboral se ha vuelto inestable y muy cambiante, por lo que nuestra forma de prepararnos para el trabajo también debe modificarse.

Ante un mercado laboral tan inconsistente que nos condiciona a cambiar de empleo en numerosas ocasiones, Rifkin dice que tenemos que desarrollar más habilidades. Y en este caso, el desarrollo de las habilidades implica no sólo aprender a hacer cosas diferentes en el trabajo, sino lograr un mayor grado de competitividad en nuestras respectivas profesiones. Todo esto tiene como fundamento la capacitación de los recursos humanos, con miras a tener la suficiencia necesaria para adaptarse a los cambios y exigencias del mundo laboral.

Pensemos en lo que hoy en día le pasa al ingeniero industrial, que además de atender las necesidades de su trabajo tuvo que aprender a dirigir una empresa, a realizar funciones administrativas y a desarrollar mecanismos de comunicación más efectivos para relacionarse con los potenciales clientes. O al abogado que, además de conocer de leyes y de procedimientos, ahora debe saber gerenciar, administrar, planificar y comunicar. Debe saber cómo utilizar las tecnologías y cómo aprovecharlas para optimizar su trabajo. Lo mismo pasa con el economista que también es docente, investigador, comunicador, consultor, microempresario y eventualmente corredor de bolsa: tuvo que ampliar su margen de actividades para mantener un nivel de ingresos y una ocupación plena.

En este contexto, al observar la conformación de la riqueza que hoy se genera en el mundo, encontraremos que existe una marcada concentración en el sector de servicios, en donde se generan prácticamente las dos terceras partes de la riqueza. En cambio, los sectores de producción primaria concentran menos del 5% y el resto corresponde a la industria. La tendencia mundial indica que hay una marcada migración de los empleos hacia sectores que requieren un mayor grado de cualificación y un nivel mucho más elevado de conocimientos. Esto nos habla de la imperiosa necesidad de abandonar sistemas obsoletos de producción y apuntar hacia una capacitación de primer nivel para nuestros recursos humanos.

Para hacerle frente a las necesidades de un mercado laboral tan inestable, que nos obliga a cambiar de empleos en forma periódica, tenemos que aprender a optimizar nuestros conocimientos y a incrementar nuestra capacidad de innovación y de desarrollo de habilidades. Ya no basta con pasar por un aula universitaria durante cuatro o cinco años, pues ante los avances tecnológicos y las mutaciones en el mercado laboral los conocimientos quedan obsoletos en poco tiempo.

La capacitación profesional que hoy se requiere es continua y multifacética, desde la especialización hasta el desarrollo de habilidades diferenciadas. Pero no se logrará formar recursos humanos aptos, acordes a las exigencias de un mundo competitivo, si se mantiene una situación en la que el 60% de la Población Económicamente Activa puede considerarse dentro de la franja del analfabetismo funcional o de la mano de obra bruta no calificada.

Los empleos de hoy exigen niveles elevados de formación y muchas más habilidades que hace años. Debemos enfilar hacia la economía del conocimiento, hacia la competitividad y hacia una optimización de nuestra capacidad de hacer.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento especializado en economía y negocios "Estrategia", del diario La Nación, Paraguay.

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