sábado, 16 de mayo de 2009

Recuperar la seguridad

Por Héctor Farina Ojeda (*)

La seguridad de los habitantes es uno de los aspectos que más se ha degradado en los últimos años, de la mano de los malos gobiernos que no han sabido atender cuestiones básicas como el crecimiento de la economía, la generación de empleos y el establecimiento de sistemas más efectivos para garantizar la integridad de las personas. Un país empobrecido por las malas administraciones, por la escasa visión de los gobernantes y por una frustrante falta de oportunidades, ha sido el caldo de cultivo para que la delincuencia se vaya apoderando de las calles y vaya diseminando el miedo en los hogares y en el accionar cotidiano de la gente.

El clima de violencia, los asaltos y las diferentes manifestaciones delictivas en las calles se agudizaron durante el anterior gobierno, en coincidencia con los malos resultados de la economía. Hasta hace algunos años, ciudades como Asunción gozaban de cierta tranquilidad, pero hoy sus calles se han convertido en trampas cada día más peligrosas: zonas oscuras, asaltos en colectivos, peajeros, pirañitas, escasa presencia policial y un miedo generalizado, son algunos de los factores con los que la gente tiene que convivir. Lo mismo -e incluso peor- le pasa a las ciudades del área metropolitana, como Lambaré, Luque y San Lorenzo, que en los últimos años han tenido un crecimiento poblacional muy superior a la capacidad de las autoridades de brindar seguridad.

Precisamente, mejorar la seguridad de los paraguayos era uno de los desafíos que tenía que enfrentar el Gobierno de Fernando Lugo, pero hasta ahora – a ocho meses de su asunción- todavía no se han notado cambios favorables. Al contrario, los asaltos callejeros y domiciliarios, las amenazas constantes y la zozobra generalizada que vive la sociedad por la permisividad con la que se mueven los delincuentes, dan la sensación de un progresivo empeoramiento de la seguridad.

En este contexto, la figura de Montanaro, el ex hombre fuerte de la dictadura de Stroessner, debería refrescarnos la memoria sobre uno de los orígenes de nuestros males. El ex ministro del Interior es quizá el máximo responsable de que las fuerzas policiales no hayan sido entrenadas para proteger a la gente, sino para ser el brazo represor de un régimen totalitario. La seguridad del país no pasaba por proteger a la ciudadanía, sino por reprimir a todo aquel que fuera considerado un “peligro” para el sistema. En contraste, el actual ministro Rafael Filizzola todavía no ha encontrado la fórmula para que las fuerzas de seguridad sean efectivas en el combate a la delincuencia. No ha sabido cómo frenar la ola delictiva ni ha podido hacer que la confianza retorne a la población.

La seguridad de los paraguayos es un tema que no puede seguir siendo olvidado ni administrado con tibieza. El Gobierno de Lugo debe dejar de lado los escándalos y concentrarse en desarrollar planes efectivos para hacer crecer la economía y generar empleos y oportunidades, de manera a atacar el contexto que favorece la aparición de la delincuencia. Se deben fomentar los proyectos productivos en el campo que generen mano de obra, lo que podría ayudar a disminuir la migración interna hacia la capital, al tiempo que se descomprimen los cinturones de miseria que hoy son focos de delincuencia en el área metropolitana.

Igualmente, se deben tomar medidas para desincentivar los delitos, como reforzar el sistema de iluminación de las calles, ya que resulta inexplicable que en el país de la electricidad tengamos ciudades enteras con un pésimo servicio de alumbrado público. Necesitamos fuerzas policiales capacitadas, mejores equipos, más puestos a donde la ciudadanía pueda acudir y un sistema más preparado para reaccionar a tiempo. Pero sobre todo tenemos que revisar a fondo nuestros sistemas de justicia, ya que la impunidad sigue siendo el manto que protege a los delincuentes.

Los ciudadanos tenemos que enviar un mensaje claro y contundente a las autoridades: o cumplen con su trabajo y solucionan el problema de la inseguridad, o mejor dan un paso al costado y dejan que las personas más preparadas se encarguen de la tarea.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales
www.vivaparaguay.com

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