domingo, 4 de mayo de 2008

Liderazgo para una nueva república

Por Héctor Farina (*)

La transición de un país gobernado durante 61 años por una estructura fuerte y arraigada, a un país que busca superar los viejos esquemas y construir una nación más justa y con mayores oportunidades, requiere de un factor clave que señale claramente el camino: el liderazgo. Hasta ahora, el presidente electo, Fernando Lugo, ha demostrado un efectivo poder de líder en el sentido de reunir, convocar y representar las expectativas de la gente. Se ha ganado la confianza de la ciudadanía, tiene consenso y respaldo, y se ha convertido en el emblema que canaliza las esperanzas de construcción de un Paraguay mejor.

No obstante, ese liderazgo marcado por el apoyo de los paraguayos en las recientes elecciones en las que se tumbó a un partido que tras seis décadas sólo deja pobreza e injusticias, ahora será puesto a prueba en la función de gobernar. Son muchas décadas de frustración, dolores y miseria las que ahora deberán corregirse desde el poder. Y desde luego que no será fácil sacar adelante a un país azotado por una educación arcaica y misérrima, por la pobreza arraigada en el campo, por la marginalidad en las grandes ciudades y por un grosero sistema en el que se privilegió siempre a unos pocos en tanto se limitaban las oportunidades para los demás. Y será más difícil si tenemos en cuenta que la expectativa es muy grande y que los males son demasiados para corregirlos en poco tiempo.

El liderazgo del ex obispo será crucial para reencaminar al país por el sendero correcto, para definir claramente una política que permita sanear la casa, hacer crecer la economía y generar puestos de empleo que permitan combatir la pobreza. Proveniente de una alianza que lo llevó al poder, Lugo tendrá que conciliar muchos intereses y posturas disímiles para lograr que todos tiren del mismo carro y no que cada quien termine estirando para su lado, con lo que no llegaríamos muy lejos. Pero no se trata sólo de una conciliación en la que se busca quedar bien con todos, sino de definir un plan país y conseguir el apoyo para llevarlo a cabo, a pesar de las divergencias que nunca faltan.

El presidente electo es de la izquierda y conoce muy bien las carencias que enfrentan los paraguayos, sobre todos en los sectores más pobres, pero no llegó al poder sólo por una cuestión ideológica o por militancia política, sino como resultado del apoyo colectivo de la gente que ve en su figura la posibilidad del cambio. Y dentro de la gama de partidos y movimientos que impulsaron a Lugo, el Partido Liberal Radical Auténtico es el de mayor peso, por su tradición y por la cantidad de seguidores. Esto nos lleva a que el liderazgo de Lugo debe ser muy claro para gobernar no sólo con las ideas de izquierda, sino que tiene que equilibrar el contrapeso político de otros sectores, empezando por sus aliados liberales. El objetivo debe ser uno sólo: gobernar para todos los paraguayos de la mejor manera posible.

Y además de lo variopinto de la alianza, debe tenerse en cuenta que queda una estructura colorada marcada por más de 60 años de clientelismo y que el sistema seguirá arrastrando sus vicios de antaño –sobre todo la corrupción-, por lo que será una tarea ardua ir depurando de a poco la podredumbre acumulada durante tantos años. Y en este punto será vital el nombramiento de personas honestas y capaces al frente de las dependencias públicas.

El desafío del nuevo gobierno es trazar la hoja de ruta que permita al país salir del atraso y dejar atrás un pasado de corrupción y miseria. Uno de los objetivos principales debe ser el crecimiento de la economía. Se debe ir mucho más allá de la simple conciliación y el establecimiento de parches sociales, para hacer que el Paraguay crezca en forma sostenida y con ello se generen puestos de empleo. Esa será la mejor manera de combatir la pobreza: creando oportunidades para que la gente pueda desarrollarse y vivir dignamente sin esperar que lluevan limosnas desde el Estado.

Ahora que el gobierno electo se prepara para asumir, y en momentos en que aparecen de todas partes los adulones, chupamedias y “ofrecidos” que nunca faltan, hay que dejar claro que realmente se quiere un cambio para bien en el manejo de la cosa pública y que no se cambiará sólo el color de los beneficiados de turno. Un país que arrastra un empobrecimiento endémico no se cura con parches ni con limosnas, sino con el crecimiento de la economía y la búsqueda de una mayor equidad distributiva, con la generación de empleos y con la capacitación permanente de los ciudadanos. La tarea de Lugo será liderar un proceso de cambio que nos lleve a tener una república más sana, con educación para todos, trabajo y mayor justicia social.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

No hay comentarios: