domingo, 7 de octubre de 2007

Las verdaderas propuestas

Por Héctor Farina (*)

El cambalache desatado por la fiebre electoralista en el Paraguay ha demostrado una vez más la carencia de propuestas serias que beneficien a la gente y se ha basado en la misma serie de absurdos que desde hace años empobrecen más y más a un país que debería ser rico. Se apunta al insulto sin sentido, a la descalificación del adversario, a la mentira, al arreo de funcionarios, el despilfarro de dinero en el alquiler de seguidores, a las amenazas y las promesas vacías de contenido pero llenas de ruido. Se busca engañar, dividir a los adversarios y sumar seguidores en base a colores, bandos, facciones y porcentajes de repartija del botín.

No existen propuestas verdaderas, sino promesas mediatizadas con las que se busca apoderarse de la ingenuidad o la complicidad de la gente, para finalmente hacerse del poder. Y a partir de ahí ya sabemos lo que nos espera: gobiernos formados por gavillas que se preocupan por saciar sus propias ambiciones antes que desarrollar políticas públicas que mejoren la situación del país.

Está claro que no podemos considerar como serias las promesas de mejorar la educación que vienen de la mano de personas que -justamente- estuvieron al frente del Ministerio de Educación y Cultura (y del país), pero que no lograron nunca convertir a la educación en una prioridad ni en un objetivo alcanzable. Fueron muchas las promesas, como aquella de “analfabetismo cero en el 2008” , que no se concretaron porque no eran serias, verdaderas y planificadas, sino propaganda mediática.

No podemos considerar como serias las promesas de funcionarios colorados que hablan de terminar con la pobreza, mientras ostentan de manera grosera sus fortunas logradas a costa del robo a las arcas del Estado, mientras se alaban o se descalifican entre ellos sólo con el objetivo de volver a empotrarse en el poder para seguir robando. Tampoco se puede considerar como seria la promesa de los opositores de terminar con la corrupción, cuando no se menciona cómo lo harán, cuando no muestran estrategias claras ni mucho menos pueden demostrar que no son parte de la misma podredumbre que ahora dicen que erradicarán.

Las verdaderas propuestas deben venir de la gente honrada, de la ciudadanía, de la gente que está cansada de tantas promesas vacías, de tanto robo y tanta pobreza. Es claro que no habrá cambio si la gente se limita a escoger a partir de las ofertas presentadas por los candidatos, que ya de antemano se saben falsas y sin futuro. No se lograrán avances sólo porque se vote por las alternativas “menos peores” o por la oferta menos grosera.

Las propuestas de cambio deben ser impuestas por la gente, por sus necesidades, para hacer frente a las carencias del país en cuanto a educación, empleo y salud. Son los ciudadanos los que saben en dónde les aprieta el zapato, los que saben qué es lo importante y qué es lo irrelevante para la comunidad, la sociedad y el país. Los temas de la agenda de prioridades del país no pueden ni deben limitarse a las promesas vacías de los políticos oportunistas: deben ser confeccionados por la ciudadanía honesta, por los intelectuales, por los trabajadores, por los estudiantes, por los empresarios…

Los ciudadanos tenemos el poder de limitar el cambalache electoralista, de no caer en el juego de las mentiras de siempre. Hay que tomar parte activa en la construcción y definición de los temas realmente importantes para el país, para marcar los límites y pensar en metas concretas, y para dejar de ser un pueblo pasivo que se resigna a votar por colores o por alternativas impuestas que sabemos que no beneficiarán más que a unos pocos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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