domingo, 17 de junio de 2007

Los "logros" macroeconómicos

Por Héctor Farina (*)

Los empresarios, por medio de sus respectivos gremios, hicieron público su reclamo al Gobierno paraguayo de “mantener intactos” los logros macroeconómicos obtenidos hasta ahora, de manera que no sean destruidos por el electoralismo que está en boga con miras a las elecciones presidenciales del año próximo. Puesto que se ha desatado la “guerra” de proselitismo, populismo y despilfarro, tanto en el interior como en el exterior de los partidos y movimientos, los empresarios temen que el carnaval político se lleve la relativa estabilidad de los grandes números de la economía.

El temor de los empresarios está justificado, porque la experiencia nos dice que -como cumpliendo la profecía del eterno retorno- cíclicamente volvemos al punto en el cual los gobiernos de turno toman al Estado como botín para financiar las millonarias campañas que les permitirán permanecer unidos al poder, o ante la pérdida inminente de dicho poder buscan exprimir al máximo las ya empobrecidas arcas de un país rico. No es raro que se desvíen recursos sociales hacia el proselitismo, que priven de medicamentos a los hospitales para regalarlos en seccionales, ni que se meta mano a las reservas o a cualquier “lata” de donde puedan sacar fondos para sus campañas.

El empresariado tiene razón en su temor, pero su postura es muy endeble, cuestionable y pusilánime. El tenor tibio de la defensa se pierde en medio de los tantos discursos que caracterizan a las campañas proselitistas. Los políticos ni siquiera tomarán en cuenta las declaraciones coyunturales de los líderes empresariales, porque saben que al final estos mismos empresarios irán mansitos a ponerse de acuerdo con el gobierno al que le toque el turno de llevar las riendas del país.

Los empresarios piden ahora que se mantengan los “logros macroeconómicos”, pero no tuvieron el coraje de plantarse, exigir y trabajar para que esos logros se conviertan en mejoras reales para los ciudadanos comunes. Se quedaron conformes viendo que los grandes números los beneficiaban, en tanto nunca esa mejoría llegó a la microeconomía, es decir a los consumidores minoristas, a la gente. Apoyaron la ley de “impuestazo”, que impuso nuevos gravámenes a la población, ya que en ese momento mantenían un romance con el gobierno porque sus empresas facturaban entre 30% y 40% más. Mientras ellos ganaban dinero, poco les importó que el poder de compra de los consumidores sea cada vez menor, que los pequeños comercios, como los almacenes, vayan desapareciendo y que el ciudadano no sienta en su bolsillo las mejoras que ellos tanto defienden. No quisieron comprender que tener un consumidor empobrecido, a la larga sería lo peor para todos.

Si bien los números de la macroeconomía (inflación, tasas de desempleo, interés, ingresos, etc) son importantes para un país, por sí solos no garantizan una mejoría para sus habitantes. Recuerden el caso de México, que en 1994, al momento de ingresar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA en inglés), tenía los mejores indicadores macroeconómicos, como la mayor captación de inversión extranjera directa del mundo, pero estos logros hicieron que, por otro lado, más de la mitad de la población mexicana, que ya era pobre, se empobreciera todavía más. Y poco tiempo después, pese a los “logros”, la economía mexicana se derrumbó (efecto tequila) y este país tuvo que quedar atado a los créditos internacionales para cubrir su déficit.

Si los empresarios paraguayos quieren logros para el país, deben exigir mucho más que un “mantenimiento” de la macroeconomía. Deben tomar actitudes desarrollistas que generen crecimiento para todos y no sólo hacer tibias declaraciones que serán olvidadas cuando el Gobierno los llame a negociar. El empresariado no tiene posturas firmes, pues basta con unas promesas oficiales para que se queden conformes y apoyen medidas que no benefician sino a unos pocos. No existe un destino de desarrollo claro, una política seria de los empresarios para el crecimiento del país, sino posturas tibias que se van cambiando y acomodando conforme a los intereses de turno y los beneficios de coyuntura.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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