sábado, 12 de mayo de 2007

La dignidad nacional

Por Héctor Farina (*)

En aquel ya lejano año de 1811, jamás se hubiese logrado la independencia si no se hubiese tenido dignidad. Coraje, sangre en las venas y la convicción de que se podía y que los paraguayos merecían libertad, una identidad y un futuro mejor. El Paraguay nunca se hubiera convertido en una república libre, soberana e independiente sin la dignidad de aquellos patriotas, sin su decisión de cambiar un sistema opresivo y sentar así las bases para una nueva nación.

Esa misma dignidad estuvo presente en el nacimiento de la patria, en su desarrollo, con la incorruptible defensa de la soberanía nacional bajo el gobierno del Dr. Francia, un celoso y honesto defensor de lo nuestro. Sin su coraje y lucidez posiblemente hoy seríamos una provincia o una colonia de un país extraño, un grupo de personas sujetas a una identidad impuesta, que no nos corresponde.

La dignidad paraguaya estuvo presente de la mano de los López, en las batallas internas por la educación y en las externas contra los invasores, los saqueadores que venían a destruir nuestro país. Hombres, mujeres, niños, ancianos... todos mostraron su coraje y amor a la patria dando su vida para defenderla, prefiriendo la muerte a manos del enemigo antes que la entrega de la dignidad.

Sobran los ejemplos dignos a lo largo de la Guerra de la Triple Alianza, como Curupaity, la hazaña de los niños en Acosta Ñu o las veces en que los heridos, lisiados, amputados y desangrados soldados se levantaban de sus camas y hacían que de un hospital surja una trinchera, un bastión infranqueable, un ejército de bravos guerreros que se olvidaban de sus dolores y salían a pelear por su país hasta el último esfuerzo.

¿Cómo no recordar además la dignidad de los héroes de la Guerra del Chaco, la honestidad de Eligio Ayala, la entereza de Estigarribia y el coraje nacional para ganar un conflicto en inferioridad de condiciones?

Imposible no mencionar a las mujeres paraguayas. Ellas reconstruyeron el país luego de la sangrienta Guerra de la Triple Alianza; ellas fueron las que se pusieron al frente de los campos de producción y de la economía durante la Guerra del Chaco, y lograron un crecimiento económico increíble; ellas son las que siguen luchando hoy para mantener hogares, educar hijos y hacer milagros de sobrevivencia en medio de condiciones muy adversas, pero con una entereza admirable.

A los enemigos de hoy los conocemos muy bien: son la pobreza, la corrupción, la falta de educación y de oportunidades, la decadencia... En este contexto, ¿se ha perdido la dignidad de ser paraguayos?

Claro que no, de ninguna manera. Todavía somos muchos los paraguayos dignos que estamos dispuestos a luchar por un país mejor, por superar la opresión de la pobreza y la ignorancia, por construir una república donde se respire un aire diferente a la corrupción y la miseria. Aunque divididos, aletargados quizás o encandilados por las injusticias y las precariedades, los paraguayos dignos siguen vivos. Y es hora de que despierten, de que despertemos todos, y empecemos a caminar por un camino llamado educación, y de la mano de la honestidad y la entereza.

Si siempre hemos sobrevivido en medio de adversidades, si de este país pequeño salieron genios como Mangoré, Paraná o Roa Bastos, si hoy hacemos historia en el deporte, si hoy somos muchos los que buscamos la superación en el exterior, si seguimos siendo paraguayos, está claro que podemos revertir la historia y reedificar el país. Con mucha educación, con honestidad, con iniciativas propias, y sobre todo, con mucha dignidad. Por un Paraguay verdaderamente independiente.

(*) Periodista
Publicado en http://www.vivaparaguay.com/

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