martes, 8 de noviembre de 2016

Frente a las eventualidades


Por Héctor Farina Ojeda (*)

La economía mexicana se encuentra preparada para hacerle frente a cualquier eventualidad internacional. Esto lo dijo el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, basado en la solidez macroeconómica, en las finanzas sanas, en la confianza y en las reformas estructurales, así como en el crecimiento pese a las adversidades. El posicionamiento se da en un momento de incertidumbre por los resultados en las elecciones de Estados Unidos y sus posibles efectos. 

No cabe duda de que México tiene la capacidad de aguantar. Lo ha hecho siempre. Así como resistió la caída de la economía en 1994 y la crisis de 2009, no sería raro que pueda enfrentar cualquier nuevo golpe. El problema no radica en el poder de resistir frente a los factores externos, sino que a nivel interno ya se ha aguantado demasiado sin que lleguen mejorías para un enorme sector de la población. Luego de cada crisis, siempre hay una recuperación, aunque en el caso mexicano ello equivale a decir que se vuelve a la misma situación de precariedad que se tenía antes. Por eso se suceden las eventualidades y los efectos adversos, pero se mantienen los niveles de pobreza, los bajos salarios y la desigualdad. 

Claro que habrá efectos económicos luego de las elecciones, independientemente del ganador. Y es claro que en un mundo globalizado, con economías interrelacionadas y dependientes, seguirán las amenazas, los golpes directos y los efectos colaterales. La cuestión es que ya no basta con políticas macroeconómicas que logren estabilidad frente a eventualidades externas, pues son las internas las que más daño hacen: 60 millones de personas en situación de pobreza, 11 millones en pobreza extrema, 32 millones de mexicanos con rezago educativo, 7 millones de ninis -jóvenes que ni estudian ni trabajan- y una marcada insuficiencia para atender la necesidad de los niños y jóvenes. 

Preparados ante lo eventual pero desprotegidos frente a lo estructural, la educación sigue con una deuda de calidad, la salud sufre porque no llega a todos, la inversión social no alcanza y la ciencia y la tecnología siguen relegadas a planos secundarios o terciarios. Lo macroeconómico y sus bonanzas no han descendido a la pequeña economía, a los millones de pobres que necesitan un buen empleo, un crédito o tan siquiera una oportunidad para mejorar. Como si se tratara de construir muros y parapetos que nos protejan de ataques externos, al mismo tiempo de descuidar nuestros males intestinos, nuestras carencias propias y nuestras debilidades.

En el contexto actual, el gran desafío es que la fortaleza frente a las eventualidades provenga de la capacidad de la gente y no solo de grandes indicadores divorciados de la población. Si tuviéramos menos pobres, menos jóvenes sin educación y menos corrupción, seguramente tendríamos una economía más sólida. Las eventualidades externas siempre existirán y no podemos controlarlas; lo que podemos es fortalecernos desde dentro. Y eso se logra invirtiendo en la gente. 

(*) Periodista y profesor universitario 

Doctor en Ciencias Sociales

Publicado en la edición impresa de El Sol de Puebla, México.

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