El color de los lagos y la nieve en la bandera finlandesa.
Por Héctor Farina Ojeda (*)
Aunque el frío corone de nieve una gran parte de su territorio durante largos meses, la calidez humana de Finlandia sobresale por sus logros en materia educativa, económica y social. En un clima adverso que hace muy dificultosa la producción agrícola, los finlandeses se han acostumbrado a explotar en forma sustentable la riqueza que poseen. Desde sus recursos forestales hasta la materia prima más valiosa que poseen -su gente-, han logrado un desarrollo extraordinario en materia de telecomunicaciones, electrónica e ingeniería de vanguardia. Y los fundamentos del desarrollo de este país nórdico que forma parte de la Unión Europea apuntan a dos figuras centrales: el maestro y el estudiante.
Podría parecer utópico, pero los resultados nos hablan de una realidad clara. Lejos de preocuparse por los cotos de poder o los escándalos políticos, los finlandeses han orientado sus esfuerzos hacia los cimientos de la sociedad: la gente. Y lo han hecho a partir de priorizar la educación, la ciencia y la tecnología como los elementos que marcarán una diferencia fundamental en la capacidad de las personas. De ahí que las dos figuras centrales sean el maestro y el estudiante, es decir el que guía y el que aprende a construir en la medida en que va avanzando.
Por el lado del maestro, este ocupa un lugar de privilegio. Los docentes son personajes respetados en la sociedad finlandesa, pues más allá de las remuneraciones que reciben por su trabajo –que no son extraordinarias- tienen un estatus alto frente a las demás profesiones, pues se los considera expertos en su tema, apasionados por su trabajo y guías solidarios para la construcción de todo proyecto que encamine hacia el progreso. No cualquiera puede ser maestro en Finlandia: las exigencias académicas y humanas son muy altas, al punto de que sólo uno de cada cuatro postulantes logra ingresar a la Facultad de Educación de Joensuu, en donde se forma a los docentes. Antes de enseñar, necesariamente deben contar con el grado de maestría y, sobre todo, haber demostrado idoneidad y compromiso para encargarse de la tarea de instruir a quienes se encargarán de construir sociedades.
En cuanto a los estudiantes, un hecho llamativo es la confianza que han logrado desarrollar en cuanto a sus capacidades y sus posibilidades de aprendizaje. Para los niños finlandeses, las matemáticas no aparecen como una amenaza como en la mayoría de los países latinoamericanos. Al contrario, seguros de sus competencias, desarrollan habilidades como algo natural, conscientes de que aprender números es parte esencial de la formación. Por eso siempre aparecen en los primeros lugares en las evaluaciones internacionales. Toda la atención educativa se centra en el alumno, por lo que se busca que tenga condiciones óptimas para el aprendizaje: infraestructura adecuada, libertad de pensamiento, fácil acceso a material educativo y hasta un sistema de transporte –a cargo de los municipios- para que no haya inconvenientes a la hora de llegar a las aulas en tiempos de frío. El objetivo de todo esto: facilitar la adquisición de conocimientos.
Y una actitud que debería ser una lección para los países latinoamericanos fue la que adoptó Finlandia en medio de una crisis económica y ante el inminente colapso de su sistema productivo y el sector financiero: ante la caída de la Unión Soviética –su principal socio comercial-, en 1993 la situación finlandesa se volvió crítica: el sector privado estaba casi en bancarrota, el sector financiero quebrado, el desempleo se disparó y el país parecía hundirse. La reacción fue contundente: duplicaron su inversión en ciencia y tecnología –que hoy llega al 4% del PIB- y en menos de 15 años lograron ubicarse a la vanguardia de las telecomunicaciones, erradicar la pobreza y mantenerse en los primeros lugares en materia de desarrollo humano y calidad de vida. Una inversión estratégica en tiempos de crisis hizo que los científicos y los mejores profesionales logren construir proyectos que generen riqueza, empleo y aminoren la pobreza.
La experiencia de este país es fundamental para comprender por qué las economías latinoamericanas no terminan de despegar y siguen siendo incapaces de erradicar la pobreza, la miseria o la marginación. Los finlandeses lograron corregir la desigualdad gracias a la educación, en tanto los latinoamericanos mantenemos una desigualdad más grave que la de África. Y con una inversión pobre, deficiente y corrupta en materia educativa, estamos lejos del 6% del PIB que destina Finlandia y que no sólo es importante en cuanto a la cantidad, sino sobre todo por la eficiencia de dicha inversión.
En Latinoamérica tenemos más riqueza que en Finlandia, más recursos naturales, menos adversidades climáticas y un enorme potencial de crecimiento, pero nos falta trabajar en el capital fundamental: los recursos humanos. La pregunta es: ¿cuándo empezaremos a priorizar la formación de nuestra gente? De la respuesta a esta interrogante saldrán las explicaciones de la situación de nuestra economía.
(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México
Publicado en “Estrategia”, el suplemento especializado en economía y negocios del Diario La Nación, de Paraguay
Foto:blogsdelagente.com. Ver aquí
sábado, 26 de noviembre de 2011
Finlandia: del maestro y el alumno al éxito económico
Etiquetas:
Columnas Estrategia,
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Educación,
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