Por Héctor Farina Ojeda (*)
El “Buen Fin” es un periodo de ofertas de un fin de semana (que se realizó en México), que imita una tradición estadounidense en la cual se hacen descuentos importantes a una serie de productos de diversa índole.
La iniciativa es buena, porque se busca incentivar el consumo. Cuando el consumo crece, la economía mejora porque las industrias, los sectores productivos y los comerciales generan ganancias.
No hay datos determinantes hasta ahora, pero los comerciantes estiman que hubo un incremento de 30% en las ventas durante el “Buen fin”. Igualmente, afirman que esto les ayuda a mantener unos 200 mil empleos, lo cual es una muy buena noticia para un país que tiene al desempleo como uno de los principales problemas económicos.
¿Quiénes hacen las ofertas en el buen fin? Grandes tiendas y, sobre todo, cadenas comerciales. Los productos con descuentos: mayormente electrodomésticos, ropa, artículos informáticos, entre otros.
Algo curioso en este caso es que la gente se excede en los gastos al tiempo que considera que está ahorrando, lo cual parece una contradicción.
Hay un endeudamiento que tiende a confundirse con una ganancia: por una cuestión cultural, la gente considera erróneamente a la tarjeta de crédito como un sobresueldo, es decir como una ganancia adicional, cuando en realidad sus ingresos no han aumentado, de manera que tendrá que pagar todo más adelante sin haber logrado una mejoría.
Quien compró ahora, puede que compre menos en Navidad, lo cual implicaría que no hubo aumento en las ventas sino un simple adelanto de las compras navideñas.
Lo malo: la oferta sólo llega desde las grandes cadenas y beneficia a los que tienen cierto poder adquisitivo: los que cuentan con una salario fijo y recibieron adelanto de aguinaldo, los que poseen una tarjeta de crédito y los que pueden darse el gusto de comprar electrodomésticos o hacer compras por cantidades importantes.
Los que no tienen salario fijo y dependen de la economía informal, no tienen las mismas posibilidades de comprar. Y en un país en donde la mitad de la población está bajo la línea de pobreza, en donde la informalidad supera el 60% y en donde los salarios son muy bajos, las ofertas del “Buen Fin” no ayudan mucho, porque las necesidades reales son otras: mejorar los ingresos, comprar alimentos y poder solucionar problemas de subsistencia.
México figura entre los países de salarios más bajos a nivel internacional: un obrero apenas termina la primaria y por eso no puede tener buenos ingresos.
Los descuentos que se necesitan son en otros rubros: en alimentos, en productos escolares, en bienes y servicios básicos y en todo aquello que aliviane la carga de los que menos tienen y más necesitan. Ciertamente hace falta una campaña que incentive el consumo, pero que apunte a los que más necesitan y que no sea sólo en forma esporádica sino con una duración más larga.
El incentivo del consumo no debe pensarse sólo para mejorar las ventas en los grandes comercios, sino para contribuir a atender las necesidades básicas de la gente que más lo requiere.
Si sólo se facilita el consumo de la gente que posee un nivel de ingresos medio y alto, esto no permeará a los estratos donde hay más carencias. Pero, en cambio, si se facilita la adquisición de productos básicos para los estratos en donde está la pobreza, seguramente podremos mejorar la condición de los pobres y subirlos al siguiente nivel.
(*) Periodista y profesor universitario
Comentario económico emitido en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, Jalisco, México.
domingo, 20 de noviembre de 2011
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