jueves, 16 de abril de 2009

De oportunistas y oportunidades

Por Héctor Farina (*)

Los signos que se pueden percibir por medio de las acciones del gobierno que prometió el cambio son claros a la hora de descubrir que no se ha modificado la visión tradicional del oportunismo ni se ha concretado un proceso de generar oportunidades. Esa vieja mentalidad llagada descrita con genialidad por Gabriel Casaccia en “La Llaga” (1963) sigue vigente en el accionar de muchos paraguayos: perviven los arribistas, los oportunistas, los que solo están a la espera de un golpe de suerte para mejorar su situación. La confusión o el cinismo hacen que prevalezca la idea errónea y corrupta de que las oportunidades son aquello que se aprovecha para pegar el zarpazo y no aquello que uno construye con su trabajo, su capacidad y su convicción.

Casaccia retrató bien al oportunista en la figura de Gilberto Torres, el pintor que representa al arribista que busca mejorar su condición con un golpe de suerte. Torres sueña con la grandeza pero no hace nada para merecerla, en tanto se mantiene a la expectativa de un cambio en los aires políticos para salir beneficiado. Este personaje parece representar a varias generaciones que se acostumbraron a vivir del oportunismo, de aprovecharse de posiciones que obtuvieron sin trabajar por ellas y sin tener la capacidad necesaria. Incontables décadas de coloradismo nos acostumbraron al oportunismo, a que los cargos, puestos y negocios no dependan de que cada quien se gane su propia oportunidad, sino de que se tenga algún padrino, pariente, correligionario o amigo que haga el favor. De esta manera las oportunidades dejaron de ser una responsabilidad para convertirse en una dádiva o en una pieza de cambio por lealtades políticas, por complicidad o por simple amiguismo.

Anteponer el compadrazgo, el nepotismo y el prebendarismo, entre otros vicios, a la capacidad de hacer, de producir y competir, es uno de los errores repetidos por los distintos gobiernos y asimilados como algo normal por parte de muchos ciudadanos. Esto degradó nuestra educación y relegó a nuestros talentos. Hizo que perdamos competitividad y que dejemos de preocuparnos por nuestra capacitación, ya que un sistema de oportunismo no hace justicia a los méritos y termina premiando al que menos se lo merece. Y lo peor de todo: el oportunismo hizo que muchos olviden cómo se crean las oportunidades y qué es lo que debemos hacer para merecerlas.

Si realmente queremos el cambio para el Paraguay no podemos seguir viviendo a costa de oportunismos: tenemos que recuperar nuestra capacidad de generar oportunidades, de capacitarnos y de darle a la gente preparada el lugar que le corresponde. Romper con la dependencia del oportunismo es algo que no podemos postergar, en tanto tenemos que trabajar para tener un país de oportunidades en el que todos podamos aspirar a una mejor educación, a mejores empleos y a un justo reconocimiento por nuestro esfuerzo. Si seguimos viendo que el Gobierno se llena de oportunistas y no genera oportunidades, no habrá más cambio que el del color de los arribistas de turno. Y eso equivale a seguir dependiendo de la mediocridad de unos pocos avivados y a relegar a muchos con mayores capacidades.

Los paraguayos tenemos que cambiar nuestra actitud y aprender a ser promotores y constructores de nuestras propias oportunidades: necesitamos más educación, más preparación, más trabajo y menos politiquería. Es hora de que las oportunidades sean para quienes las merecen y no para los oportunistas de siempre.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.

Publicado en Viva Paraguay

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