lunes, 4 de mayo de 2015

Inseguridad y amenazas a la economía

Por Héctor Farina Ojeda 

Hay mucho por mejorar en la economía mexicana. En medio de una recuperación que ya parece interminable y de una menor expectativa de crecimiento para este año, la sensación de que estamos ante una escena conocida es poderosa. Desaceleración, falta de dinamismo propio y la necesidad de empleos de calidad: como una evocación del eterno retorno, vuelven una y otra vez a los informativos para pintar problemas conocidos, urgencias postergadas y crucigramas no resueltos. Estamos ante una economía que necesita emerger con aires revolucionarios pero que sigue limitada por lastres y amenazas, como la corrupción y la inseguridad, tal como periódicamente lo podemos leer en algún estudio o informe.

En este contexto, el problema de la inseguridad ha llegado a extremos de gravedad, como lo ocurrido en Jalisco hace unos días. No sólo estamos ante una amenaza a la seguridad de las personas, sino hacia las actividades económicas de la gente: las productivas, comerciales, los servicios, etc. La violencia y el miedo limitan el trabajo normal, afectan las rutinas laborales y ahuyentan inversiones y posibilidades de empleo. En un contexto de inseguridad, es menos probable el emprendimiento y hay mucha cautela a la hora de invertir, de planificar y de construir proyectos a mediano y largo plazo.

En este sentido, el estudio titulado “Una aproximación a los costos de la violencia en México”, realizado en 2014 por el Instituto para la Seguridad y Democracia (INSYDE), presenta como una de sus conclusiones que en México los ciudadanos y las comunidades tuvieron que cambiar sus hábitos cotidianos y su actividad de desarrollo con miras a evitar ser víctimas del delito, lo que ha ha restringido sus libertades individuales, sociales y económicas. El estudio señala que la inseguridad tiene consecuencias significativas para la sociedad, con elevados costos en cuanto a la generación de riqueza, el gasto público, el desarrollo económico y las actividades laborales y educativas.

Esto es un solo un punto de referencia para pensar en todas las afectaciones que puede traer la inseguridad en el campo económico: desde la merma en las inversiones y el desincentivo para emprender, hasta la disminución del turismo, lo cual sería un golpe tremendo para Jalisco y para México, pues se trata no sólo de una las principales fuentes de ingreso sino que, posiblemente, sea la forma más justa de repartir la riqueza. Y no hay que pensar sólo en los grandes números sino en la necesidad cotidiana de la gente, en los empleos que se requieren y en las oportunidades que se pierden por culpa del miedo y la incertidumbre. 

La violencia y la inseguridad no sólo son amenazas para la gente sino para su forma de vida, para sus actividades, necesidades y expectativas. Si queremos construir economías más justas, debemos construir sociedades más seguras. Resolver el problema de la inseguridad es una urgencia, pues sus costos en la sociedad podrían ser impagables. 


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