sábado, 7 de junio de 2014

Dinamismo propio, el gran reto

Por Héctor Farina Ojeda (*)
@hfarinaojeda

La dependencia de factores ajenos al control propio es uno de los grandes problemas no resueltos en la economía paraguaya. El clima, las lluvias, el crecimiento económico del vecino, los precios internacionales, las trabas o algún malestar ocasional en cierto sector productivo pueden hacer que los grandes números de la economía se tambaleen y que se pase de un año de repunte a uno de estancamiento o contracción. Mientras en un año se llama la atención mundial por lograr un repunte de más del 15%, en otro simplemente se desaparece del mapa de auge económico y se le echa la culpa al mal tiempo que afectó los cultivos o a alguna complicación en los mercados externos. Esto pasa cuando más que una economía planificada hay sectores que se mueven según la coyuntura y que concentran gran parte de los ingresos o la producción de riqueza. 

No es una novedad que Paraguay tiene una economía dependiente de algunos sectores, fundamentalmente los agroganaderos, pero resulta muy curioso que pese a la necesidad de diversificar la economía y de buscar la forma de minimizar la desigualdad, todavía se siga teniendo una gran carencia en cuanto a planificación, rumbo y modelo. Tener una economía dependiente de pocos sectores, con una generación de riqueza concentrada en pocas manos, no solo no ayudará a revertir problemas como la pobreza y la falta de oportunidades, sino que ahondará las diferencias. Han pasado varios gobiernos que se han jactado de sus grandes indicadores, pero una mirada a la realidad de la gente nos da cuenta de que ni con los indicadores más rimbombantes se ha logrado hacer que los beneficios lleguen a gran parte de la población. 

En tiempos de globalización, competitividad, conocimiento, innovación y tecnología, la carencia de un dinamismo económico propio es una enorme limitación que termina perjudicando a la gente y, sobre todo, a los que menos tienen. Cuando centramos las esperanzas de crecimiento en factores externos como el precio de la soja, las bondades de la lluvia o el auge económico de los vecinos, en realidad perdemos el control de lo que podemos lograr porque confiamos más en lo externo que en nuestras propias fuerzas. 

Un desafío pendiente en el país es trabajar para lograr un dinamismo propio que pueda resistir a los vaivenes de los factores externos. Nos falta mejorar notablemente la competitividad de la economía, incentivar la capacidad emprendedora, la innovación y la investigación. Hay que hacer que la planificación del rumbo económico se base en la capacidad de la gente, en lo que pueden emprender las personas, en el conocimiento y la innovación. Para eso es urgente trabajar en los cimientos de toda economía: la gente. 

Algo muy claro es que no se logrará cambiar el modelo de dependencia de la agricultura y la ganadería si no se invierte en mejorar los niveles educativos de la gente: hay que hacer que nuestros recursos humanos sean el pilar de la economía y puedan producir con calidad, innovar y emprender más allá de lo tradicional. El dinamismo propio requiere de gente preparada y competente, que pueda generar riqueza en sectores como los servicios y que, sobre todo, no esté atada a la simple explotación de recursos. 

Con una economía más innovadora, diversificada y competitiva, seguramente tendríamos más oportunidades de hacer llegar la riqueza a los sectores más necesitados y podríamos pensar seriamente en revertir indicadores oprobiosos que nos pintan como un país pobre y de mucha desigualdad. Hay que pasarle el control de la economía a la gente y romper la dependencia de lo coyuntural y tradicional. El dinamismo propio depende de la capacidad de la gente. Y para eso hay que apostar por la educación, la ciencia y la tecnología.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el diario 5 días, de Paraguay. 

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