sábado, 10 de mayo de 2014

La universidad, un motor fundamental


Por Héctor Farina Ojeda (*)
@hfarinaojeda

La reciente elección de un nuevo rector de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) representa un buen momento para pensar y repensar qué tipo de universidad queremos y hacia dónde se deben guiar los esfuerzos en la educación superior. No es una novedad que las universidades constituyen motores fundamentales para el desarrollo de un país, pero acaso esta noción sigue siendo lejana a los intereses de los grupos de poder, pues siguen viendo a los espacios universitarios como cotos, como espacios para la politiquería, la prebenda o la repartición de cargos y salarios a los amigos, compadres o correligionarios.

Cuando se elige a un nuevo rector y este llega emperifollado por las alabanzas de un político que abiertamente incide en una esfera que debería ser solo del conocimiento, no se envía una buena señal. El mensaje claro que nos dan es que no solo hay una politización de la educación superior, sino que los afectos políticos pueden interferir, regir y condicionar el funcionamiento de una institución demasiado importante para los intereses de la nación. 

Una educación politizada, en donde se opere en función de intereses políticos y no siguiendo la lógica de construir una educación superior de calidad que genere a los profesionales que el país necesita, no hará otra cosa que convertirse en una extensión de las instancias en donde las prácticas favorecen a unos pocos por encima de las necesidades de toda la población. Es por eso que el toque de alerta sobre las injerencias políticas en la universidad pública es una advertencia que no se debe dejar pasar como si nada. 

En momentos en los que necesitamos imperiosamente de élites y generaciones de profesionales que pueden ponerse al frente de la economía del país, la universidad debe buscar un mayor nivel educativo y, sobre todo, potenciar la investigación científica. La universidad pública es demasiado importante como para subordinarla a intereses ajenos a la generación de conocimiento, de ciencia y tecnología. Su funcionamiento es fundamental para marcar el rumbo del país. Es por la calidad de sus estudiantes que vamos a definir qué tipo de economía y de sociedad vamos a construir.

Es urgente redireccionar a la universidad hacia la calidad educativa, la ciencia y la tecnología. Necesitamos más profesores instruidos, más investigadores y más creación de conocimiento para poder competir en un mundo globalizado. Las universidades paraguayas ni siquiera aparecen en los estudios en los que se da cuenta de las mejores universidades del mundo. Mientras países como Finlandia, Singapur o Corea del Sur basan su desarrollo en la calidad de sus universidades, en los países atrasados se sigue viendo a las casas de estudio como espacios para el prebendarismo o el compadrazgo. 

Los ojos contralores de la sociedad deberían apuntar hacia la universidad, hacia el manejo que se hace de la entidad que forma profesionalmente a los ciudadanos. En la medida en que podamos exigir más a las universidades y que a su vez estas puedan producir profesionales de alto nivel, seguramente tendremos más oportunidades de lograr mejores resultados para toda la gente. Más investigación, más ciencia y tecnología y menos politiquería. Eso es lo que hay que exigir.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el Diario 5 días, de Paraguay.