domingo, 6 de enero de 2013

Grandes números y carencias desatendidas

Por Héctor Farina Ojeda (*)

Los números macroeconómicos que presentan los países latinoamericanos son casi reflejo fiel de las políticas de aquellos administradores que sólo buscan disimular un estado de cosas por medio de indicadores que aparenten una realidad exterior. Llenos de riquezas naturales, los intentos de ver a naciones ricas se agotan en indicadores que hacen aparentar que todo está bien encaminado, aunque luego los pequeños números nos enrostran una realidad de precariedad, desigualdad y pobreza. Mientras las exportaciones, las reservas, el incremento del Producto Interno Bruto (PIB) y el control de la inflación o la cotización de la moneda se muestran favorables, resulta muy difícil ver todo esto traducido en números pequeños, cercanos a la gente.

Uno de los ejemplos lo podemos ver en la economía mexicana, que este año volverá a crecer -por tercer año consecutivo- y que ha generado poco más de 600 mil empleos formales. Con una recuperación en la inversión extranjera, con ingresos favorables debido al elevado precio del petróleo, pareciera que hablamos de una economía próspera y en franca expansión. Sin embargo, a los grandes indicadores se contraponen los bajos salarios, la informalidad en la que se encuentra el 60% de los empleos, los elevados niveles de pobreza que golpean a la mitad de la población y, fundamentalmente, el rezago educativo que alcanza a 33 millones de mexicanos, en un país con 114 millones de habitantes.

O cuando pensamos en Venezuela, un país que puede presumir de tener uno de los ingresos más millonarios por petróleo del continente, pero que luego debe esconder con vergüenza los números de la pobreza, la marginalidad y la violencia. E incluso la gigantesca economía brasileña, que ha logrado crecer y distribuir mejor los ingresos en los últimos años, exhibe pobreza, mucha desigualdad y enormes limitaciones. Hoy, este país que según la hipótesis de los BRIC será una de las potencias dominantes en 2050, es el más desigual de la región y uno de los más desiguales en el mundo.

En el caso del Paraguay tenemos algo parecido. Los números macroeconómicos, de los que tanto se jactó Nicanor Duarte Frutos o los que coyunturalmente posicionaron al país como el de tercer mayor crecimiento a nivel mundial durante el gobierno de Fernando Lugo, nunca terminaron por aterrizar en la economía de la gente, por lo que seguimos teniendo un país con más de la mitad de la gente en situación de pobreza, con bajos ingresos, con marcada desigualdad social y con una proyección a largo plazo que no augura un futuro mejor, debido a que sólo se cuidan indicadores y no se apuesta por un plan revolucionario que cambie la situación desde las entrañas de la nación. Aunque para 2013 se espera otro crecimiento económico récord, lejos de cambiar la realidad solo agudizará la situación: con una población con escasa educación, la riqueza que se genere quedará en pocas manos, lo que volverá al rico más rico, y al pobre más pobre.

Las verdaderas carencias que debemos atender no pasan por el mantenimiento de la macroeconomía ni por disimular realidades mediante indicadores que muestren sólo el envoltorio y no el contenido. Detrás de los indicadores económicos hay problemas estructurales que requieren tratamiento urgente para equilibrar las oportunidades y la calidad de vida de nuestra gente. Lo primero que debemos corregir es la marginalidad en el acceso a la educación, que es la que hace que millones de personas no puedan acceder a un buen empleo ni tengan la más más mínima oportunidad de posicionarse en los sectores por donde pasa la riqueza. Hay que lograr mayor inclusión en materia educativa, así como hay que apostar para que se fomenten la innovación, la invención, los emprendimientos independientes y las microempresas.

Son los cimientos de la sociedad los que hay que mejorar, no los techos económicos. Los ingresos millonarios no servirán de nada si seguimos tolerando la exclusión y si permitimos gobiernos que sólo mantengan indicadores y no ataquen problemas de fondo. Es la pequeña economía la que hay que hacer crecer, la que debemos atender y mejorar. Y para ello, debemos volcar los grandes ingresos hacia proyectos a largo plazo para la gente, con miras a fomentar su capacidad de hacer, de producir y distribuir.


(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

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