jueves, 21 de abril de 2011

El bono demográfico: retos, oportunidades y riesgos

Por Héctor Farina Ojeda (*)

Tener un porcentaje grande de población joven, en edad de trabajar y producir, constituye una gran oportunidad para el desarrollo de cualquier sociedad. Es lo que se conoce como el “bono demográfico”, que implica que la mayor parte de la población está en condiciones de trabajar y generar riqueza, mientras que el porcentaje de personas que no está en edad laboral es minoritario.

En este sentido, México es uno de los países favorecidos por el bono demográfico y podría aprovecharlo para impulsar con fuerza el desarrollo: cuenta con 112 millones de habitantes, de los cuales unos 53 millones (47%) tienen menos de 24 años; en tanto, dentro de este grupo hay 20.9 millones de jóvenes que tienen entre 15 y 24 años de edad.

Esto nos habla de que hay toda una generación de gente joven que está en su mejor momento para generar riqueza, hacer crecer la economía y lograr con ello una situación favorable para disminuir los índices de pobreza, desigualdad y exclusión. Contamos con la mano de obra, con la fuerza de trabajo y hay mucho por construir. Pero, la pregunta que salta en este contexto es bajo qué condiciones se desarrollan actualmente los jóvenes. ¿Qué tipo de generación se está construyendo con miras al futuro?

Lo dijo claramente el rector de la UNAM, José Narro Robles: no se está utilizando favorablemente el bono demográfico, lo que implica que en 20 años podría transformarse en un pagaré. En otras palabras, los jóvenes de hoy no están recibiendo la mejor educación, no tienen las oportunidades que requieren en materia de empleo y no están desarrollando su potencial en el mercado, por lo que en dos décadas podríamos tener una generación de adultos sin la preparación adecuada, sin una condición económica estable y sobre todo se tendrá una generación que no supo o no pudo aprovechar su mejor momento.

El panorama de los jóvenes no es ciertamente el más alentador: el desempleo juvenil prácticamente se duplicó en la última década, pasando de 5.3 a 10.3%; 6 de cada 10 jóvenes no estudian la preparatoria ni la universidad; hay 15 millones de jóvenes de entre 12 y 29 años en situación de pobreza; hay más de 7 millones de “ninis”, que ni estudian ni trabajan, mientras que hay un aumento alarmante del analfabetismo funcional: 7 de cada 10 jóvenes de secundaria no cumplen con los objetivos fijados en los planes de estudio, según datos del Instituto Nacional de Evaluación para la Educación (INEE).

Estos datos ubican a México en un serio conflicto: mientras tiene una gran cantidad de jóvenes que podrían detonar con fuerza el desarrollo de su economía, no está generando las mejores condiciones para que esa generación tenga la preparación adecuada para hacerle frente a los desafíos del mercado laboral. En otras palabras, se cuenta con la fuerza de trabajo pero no con el conocimiento y el profesionalismo necesarios para tener mayor productividad y una economía competitiva. Por eso dice Narro que el bono demográfico podría convertirse en un pagaré: si no se aprovecha ahora, habrá que pagarlo dentro de años y el costo será perjudicial para todos.

El reto que se tiene es claro: invertir más en la juventud, mejorar los niveles de educación y hacer que la preparación sea un elemento fundamental para que cuando los jóvenes lleguen al mercado laboral, lo hagan como profesionales calificados y puedan generar riqueza, con creatividad e inteligencia. De lo contrario, se mantendrán los elevados índices de desempleo juvenil, persistirá la falta de competitividad y de oportunidades, pues no se tendrá con qué hacer que la economía mejore. Y los jóvenes no podrán acceder a trabajos bien remunerados, sino que estarán a merced de “lo que se ofrezca”.

El riesgo frente al bono demográfico es que se desaproveche la coyuntura y que dentro de un par de décadas tengamos una generación de personas poco preparadas, sin competitividad y sin una noción clara de cómo solucionar los grandes problemas que aquejan a la sociedad. Esto afectaría a toda la economía y evidentemente no contribuiría a corregir la situación de pobreza, precariedad y falta de oportunidades que afectan a gran parte de la población.

Es el momento de invertir en la juventud, para que mañana sean los jóvenes los responsables de construir un país más desarrollado y menos injusto, y que no terminen siendo un problema que tengamos que cargar.

(*) Periodista y profesor universitario

Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.

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