miércoles, 30 de septiembre de 2009
Economía del conocimiento y creatividad
Por Héctor Farina Ojeda (*)
Sin lugar a dudas, la crisis económica que afecta a México y a todo el mundo representa un gran desafío para nuestra capacidad de crear opciones que nos permitan construir modelos y escenarios de mejores oportunidades. La caída de los principales rubros que generan ingresos a este país, como el caso de la venta de petróleo, el turismo, las remesas y las exportaciones maquiladoras, fundamentalmente a Estados Unidos, ha tenido un fuerte impacto en la economía local, lo que se nota en una fuerte pérdida de las posibilidades de empleo.
En este contexto, una de las cosas que tenemos que pensar es de qué manera los ciudadanos podemos generar nuestras propias oportunidades de crecimiento y desarrollo. Y debemos entender que en un mundo en el que los trabajos son cada vez más precarios, necesitamos replantear nuestra visión sobre qué tipo de actividades desarrollamos para tener los ingresos que requerimos para una vida digna.
Para enfrentar una crisis como la que vivimos tenemos que pensar en dos cosas fundamentales: ser creativos y mejorar notablemente nuestra educación. Si somos creativos, podemos pensar en todas las oportunidades de negocio que se abren para enfrentar una situación adversa: podemos desarrollar cooperativas, buscar vender servicios novedosos o desarrollar cadenas productivas en las que cada uno trabaje en una parte del negocio. Por ejemplo, si los pequeños comerciantes se ponen de acuerdo podrían comprar los productos en cantidades más grandes, con lo que pagarían menos que si compraran en pequeñas cantidades, así como también se podrían buscar mecanismos de transporte, de distribución y otros sistemas de ahorro.
Por el otro lado, tenemos que pensar que nos encontramos hoy frente a lo que se denomina la economía del conocimiento, que significa que el capital más valioso que tenemos actualmente es, precisamente, el conocimiento, aquello que sabemos hacer. Un dato que es significativo para explicar esto es que el 66% de los ingresos que se generan en el mundo proviene del sector de servicios. Y en cuanto a servicios, lo que se vende es el conocimiento.
Un buen ejemplo de ello es el caso de Singapur, un país que es una pequeña isla en Asia, que no tiene terrenos para sembrar ni cuenta con riquezas naturales para explotar. Pero con base en un fuerte desarrollo educativo, hoy se ha convertido en uno de los países más ricos del mundo, ha erradicado la pobreza y la corrupción, y tiene un nivel de ganancia por habitante más alto que Estados Unidos. La riqueza de este país es tener gente educada: ahí están los mejores ingenieros, los mejores médicos y todos los profesionales son de alta calidad, por lo que pueden vender servicios como asesorías educativas y de desarrollo tecnológico, de manera que todos quieren contratarlos.
Es un hecho probado que cuánto más educación tengamos, habrá menos probabilidades de que seamos pobres. Por eso debemos pensar en construir familias educadas, en incentivar la capacitación de las personas y tratar de desarrollar nuevos productos a partir de lo que vamos aprendiendo.
Además de exigir un mejor uso de los recursos públicos y políticas claras de parte de los gobiernos, nuestro reto hoy pasa por entender que estamos en un mundo en constante cambio, en el que tenemos que asumir un papel creativo y proponer nuevos productos de acuerdo a lo que los tiempos requieren. Y pensar en lo que se necesita actualmente implica orientar nuestros esfuerzos hacia la producción de servicios y, por ende, al conocimiento, a lo que sabemos hacer y a lo que podemos desarrollar a partir de aquello que sabemos.
Ser creativos y prepararnos más para competir en el mundo moderno, son dos elementos de los que no podemos prescindir si queremos superar la crisis y evitar que esta sea parte de nuestra vida cotidiana.
(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.
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