Por Héctor Farina Ojeda (*)
La competitividad es, sin lugar a dudas, una de las necesidades más imperiosas de los tiempos modernos. Por competitividad podemos entender la capacidad de producir más, con el menor costo posible, de tal manera que el producto final pueda ser comercializado con un buen precio y genere ganancias para aquel que lo produce. Cuando producimos más y tenemos precios accesibles para la gente, decimos que somos competitivos.
Muchos de los problemas económicos que existen en América Latina se deben a la falta de competitividad. Un ejemplo claro de ello es la pérdida de los mercados locales en manos de los productos asiáticos, como ocurre con las prendas de vestir. La invasión de ropa china, que se comercializa a precios muy bajos, ocasionó el cierre de muchas fábricas y la pérdida de una gran cantidad de empleos. El motivo es simple: la ropa china es más barata, y la que producimos en América Latina no puede competir en precios. Y tenemos que pensar que un consumidor empobrecido –característico de nuestros países- siempre compra lo más barato y adquiere aquello que se ajusta a sus posibilidades económicas.
Pero más allá de la competitividad que se puede lograr a partir de tener condiciones naturales o tecnológicas, tenemos que pensar en aquella que es la más importante: la de los recursos humanos. Es decir, tenemos que pensar en lo que podemos hacer con calidad a partir de lo que sabemos.
Cuando más invertimos en la gente, cuando capacitamos más y cuando logramos que los trabajadores sean más creativos y eficientes, entonces aumenta nuestra productividad, así como la calidad de lo que producimos. Si tenemos gente más preparada al frente de las fábricas, las empresas y los negocios, podemos mejorar los sistemas de operación y hacer que sea más barato producir.
Cuando hablamos de competitividad tenemos que pensar no solo en una cuestión económica vinculada a las empresas, sino en una cuestión personal que nos lleve a pensar qué tan preparados estamos para producir y vender un producto o servicio.
Ser competitivos en los tiempos actuales implica capacitarnos, especializarnos, tener creatividad y pensar en la forma de conseguir ventajas comparativas. Un caso digno de estudio es Finlandia, un país que no cuenta con grandes riquezas naturales pero que basa todo su potencial en la educación de su gente: hoy, los finlandeses cuentan con la mejor tecnología de telefonía celular del mundo, gracias a que el conocimiento es su principal fuente de competitividad.
Para ser competitivos tenemos que educar a la gente, ya que de lo contrario no habrá forma de que podamos competir con éxito en un mundo globalizado, ni podremos generar toda la riqueza y el bienestar que tanto necesitan nuestros países.
(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.
Desde Guadalajara, Jalisco, México
miércoles, 7 de octubre de 2009
Ser competitivos, el desafío en los tiempos modernos
Etiquetas:
Economía,
Editoriales Radio,
Educación,
Enfoque latinoamericano
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