Por Héctor Farina (*)
No tener referentes en tiempos de convulsión y crisis es un problema grave. Pero es mucho más grave no construirlos, formarlos o valorarlos. El problema se vuelve endémico cuando se pierde la noción de la referencia, cuando dejamos de tener gente que se constituya en referente y cuando esa carencia afecta a toda una sociedad que necesita del ejemplo para construir. Si no tenemos un timonel que señale claramente el rumbo, si no sabemos hacia dónde ni cómo movernos, caemos en lo que Séneca advertía cuando indicaba que “cuando uno no sabe a dónde ir, todos los vientos son desfavorables”.
La falta de referentes en el Paraguay es uno de los males señalados por Benjamín Fernández Bogado en su libro A Sacudirse. Claves para la construcción de una nueva República (2006), en donde habla de la desaparición de los Karai Guasu, los grandes señores. Hemos perdido a los líderes con valores, con educación y visión de país. En su reemplazo, hemos visto como los avivados, los mediocres y los arribistas se han empotrado en los principales escenarios de la vida pública. Con esto se ha degradado nuestra condición de ciudadanos y se ha perdido la confianza en el quehacer público, en los gobiernos y en la política. Los que fungen de líderes en este contexto no son referentes porque no representan a nadie más que a sí mismos. No son los guías que necesitamos porque no compartimos los mismos intereses: a ellos les interesa el poder para provecho propio, en tanto la sociedad quiere que desde el ejercicio del poder se logren beneficios colectivos que se traduzcan en empleo, educación, salud, seguridad y mejor calidad de vida para los ciudadanos.
En nuestro país tenemos profundas carencias que se han ido acentuando tras décadas de gobiernos autoritarios, populistas y mesiánicos. Una de las más significativas es la falta de educación, esa herramienta fundamental sobre la que se construyen las sociedades y las naciones. Y un pueblo sin educación es un pueblo sin conciencia de hacia dónde ir: necesita tener referentes que indiquen el destino y la forma de llegar a ese destino. Pero si la gente no está educada, si no tenemos referentes y los responsables de dirigir la política, la economía, la salud y la educación son ejemplos de desfachatez, mediocridad y corrupción, los resultados no pueden ser distintos de los que se tienen: una sociedad empobrecida, sin empleo, con pocas oportunidades y con un enorme desencanto hacia la política y los sistemas democráticos.
Algo que debe quedarnos claro es que no construiremos un país mejor si no recuperamos a referentes de valor y seguimos dándole poder a los mediocres, los hurreros y camanduleros de la política, los corruptos y populistas que no tienen ni buscan educación, los mentirosos que hicieron de la función pública un sinónimo de corrupción. Necesitamos tener referentes, gente honesta y capaz que sepa guiar a la sociedad hacia un estado de progreso, justicia y bienestar. Y esos referentes no saldrán de las seccionales ni de los comités: deben ser el resultado de una educación de calidad. Debemos volver a valorar a la gente preparada, a darle su lugar y acompañar el esfuerzo en el proceso de construcción de nuevos modelos para un país diferente.
La gran interrogante que se presenta ahora es ¿cómo construir referentes en tiempos de decadencia? Algo parecido se preguntaba Confucio hace aproximadamente 2.500 años, cuando quería saber cómo puede uno ser puro en un ambiente corrupto. La respuesta la tenemos todos, que con nuestro voto, nuestra actitud y nuestro poder de crítica podemos cambiar al inepto por el capaz, haciendo que los buenos no sean la excepción sino la regla en el sistema. Vale la pena recordar a referentes como Eligio Ayala, que se rodeó de los hombres más preparados del Paraguay para gobernar; o Feliciano Martínez, quien hizo de la conciencia y la autogestión un modelo contagiante que terminó por convertir a Atyrá en una de las ciudades más limpias del mundo. Construir referentes que sean ejemplos y guías es uno de los grandes desafíos que tenemos los paraguayos. Es una tarea que no podemos postergar si es que en realidad queremos llegar a un destino distinto del que tenemos ahora.
(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.
www.vivaparaguay.com
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