Por Héctor Farina Ojeda
La recurrencia de las crisis en la economía mexicana no sólo nos ha acostumbrado a vivir en un escenario desigual y poco favorable, sino que parece decirnos que además de ver la complicación siempre presente, estamos obligados a buscar la oportunidad en medio de las dificultades. En un contexto de crecimiento escaso e inequitativo, con empleos formales que no alcanzan para atender ni la mitad de la necesidad, con bajos salarios y una elevada informalidad, la opción de emprender es una forma de escapar y de abrir caminos propios.
Si bien para este año hay una buena proyección de repunte económico, que podría llegar hasta el 4 por ciento gracias a la recuperación de la economía norteamericana, hay que pensar que crecimiento no es igual a distribución justa de la riqueza ni mucho menos a generación de suficientes empleos para la gente que lo necesita. El mercado laboral formal no ha creado -ni lo hará este año- los puestos de trabajo que hacen falta para cubrir la demanda de los jóvenes que necesitan empleo, así como de las personas que no encuentran trabajo. Y esto se nota en un aumento de la informalidad y lo pueden ver en las calles, en el comercio ambulante, los actos de circo en las esquinas o en cualquier actividad temporal que sirva para percibir ingresos.
En este contexto, la capacidad de emprender, de innovar y generar un negocio propio es fundamental para cubrir necesidades desatendidas. Y aunque parece una actividad lógica para generar autoempleo y dinamizar la economía, lo curioso es que hay una larga lista de obstáculos que siempre limitan el emprendimiento: desde la burocracia enredada y costosa hasta la corrupción que desincentiva la instalación de microempresas y proyectos formales. No solo en México, sino en casi toda América Latina se mantiene la costumbre de priorizar la burocracia antes que el emprendimiento, el talento y la innovación. Nos encontramos muy lejos del ejemplo de países como Israel, que ha sabido hacer de sus emprendedores la base de una economía innovadora y en constante evolución.
Al mirar el potencial de la economía mexicana, y en especial el potencial del estado de Jalisco, no podemos dejar pasar la oportunidad de aprovechar la capacidad de la juventud para lograr una generación de emprendedores e innovadores que cambien el rumbo de la economía. Hay extraordinarias oportunidades en el campo tecnológico, en el desarrollo de aplicaciones y la apertura de negocios innovadores basados en el conocimiento. Hay todo un mundo por construir en la medida en que se tengan políticas orientadas a la formación de los jóvenes y al apoyo a los emprendimientos.
Para romper el ciclo de una economía que no alcanza para todos, es hora de impulsar los emprendimientos, la capacidad de hacer de la gente y, sobre todo, apuntar hacia la innovación. Hace falta capacitación, apoyo económico, créditos, confianza e incentivos para que emprender sea una alternativa de solución y no una aventura solitaria y casi suicida. Menos burocracia, menos trabas y más apoyo a quienes emprenden. Ese sería un buen camino.
Publicado en el diario Milenio Jalisco, en el espacio “Economía empática”. Ver aquí:
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