Por Héctor Farina Ojeda (*)
El cambio de mando en el Ministerio de Hacienda, un puesto clave en el equipo de Cartes, nos devuelve a una de las eternas preguntas que nos hacemos cuando se sustituye a una persona por otra: ¿qué tanto puede cambiar la política económica con el cambio de un ministro? A priori, se ve poco probable un cambio si consideramos que se cambia una pieza para que siga funcionamiento la misma estructura. Y sobre todo porque la mirada sigue siendo hacia un ente cajero preocupado por recaudar y no hacia alguna estrategia innovadora que nos dé esperanzas de que pasaremos de la urgencia por recaudar a la eficiencia en la inversión.
No es una novedad que uno de los grandes problemas del Paraguay para su despegue económico es, precisamente, la carencia de una estrategia o un plan visionario que nos lleve a construir la economía que necesitamos. Se administra un Estado sobrecargado, con corrupción e ineficiencia, y no se alcanza a poner orden para intentar ir hacia un destino económico favorable a todos. Y en este contexto, un hecho notable es la carencia de un Ministerio de Economía que se encargue de planificar, diseñar y ejecutar ideas que ayuden al crecimiento económico, a la reducción de la pobreza, la generación de empleos y, sobre todo, a saber hacia dónde vamos y qué podemos esperar.
Somos un país curioso que encabeza su economía con un ministerio que se preocupa por recaudar, al mismo tiempo que la informalidad es la que rige en la mayoría de los sectores. Esa misma preocupación que lleva a cobrarles a los yuyeros mientras se hace la vista gorda a las enormes ganancias de los sojeros. O la urgencia de recaudar que no es coherente con los subsidios a sectores privilegiados o el despilfarro alegre de fondos en nombre de necesidades como la educación. Un Estado sobredimensionado, desordenado y caótico se lleva la mayor parte del presupuesto, lo cual no se corrige con recaudar más.
Aunque la recaudación y la equidad en el pago de impuestos son una necesidad, Paraguay necesita salir del modelo del cajero que sólo recibe y luego distribuye para mantener todo como está. Nos urge pensar en un Ministerio de Economía que se encargue de establecer la planificación y la estrategia del modelo de país que queremos construir: ¿uno industrializado? ¿uno de servicios? ¿un país para la economía del conocimiento? Lo cierto es que no se puede seguir con un modelo agropastoril que enriquece a unos pocos y deja en la pobreza a la mayor parte de la población.
Hay que dejar de vivir en una economía a la deriva que depende de los vientos internacionales, del precio de la soja, el mercado de la carne o el régimen de lluvias. Y no sólo hay que pensar en recaudar más sino en superar el problema de gestión que tiene el país, que hace que incluso las buenas iniciativas y las buenas inversiones terminen empantanadas y estériles. Orden, planificación y estrategia es lo que necesitamos. Eso es lo que diferencia a los administradores de turno que sólo buscan quedar bien, de los visionarios que intentan romper estructuras que no funcionan.
Si el gobierno quiere tener rumbo -no sólo uno nuevo-, hay que marcar claramente el camino que seguiremos como economía, así como las metas perseguidas a corto y largo plazo. Más que por sus recaudaciones, por sus planificaciones e inversiones los conoceremos.
(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México
Publicado en el diario económico 5 días, de Paraguay. Ver original aquí:
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