Por Héctor Farina Ojeda (*)
La palabra representa, sin lugar a dudas, un factor fundamental en la construcción de las sociedades. Es partir de la capacidad que tenemos de comunicarnos, de expresar ideas y de entablar discusiones, cuando podemos establecer las formas de relacionamiento que nos llevan a un orden social. Y es la palabra la herramienta fundamental que se traduce en formas de vida que nos identifican como pueblo, cultura o país: nuestro lenguaje, nuestra forma de expresarnos, de informarnos y de hacer una comunicación con el otro, son la base de cualquier proyecto que queramos emprender en forma individual o colectiva.
En los tiempos actuales, en un mundo tan comunicado, la palabra trasciende a nuestra forma de vida y determina muchas de las condiciones en las que vivimos. Esto está representado en la famosa fórmula del filósofo y educador norteamericano John Dewey, quien decía que: comunicación + comunidad = democracia. Es decir, para que exista democracia, con igualdad de oportunidades, necesariamente se necesita de una comunidad informada y comunicada, que tenga la posibilidad de acceder a las informaciones que son importantes para tomar cualquier decisión vinculada a la vida de las personas.
Ante la necesidad imperiosa de comunicarnos más y mejor, de recuperar la palabra como elemento formador de nuestra vida, la aparición de un medio de comunicación de las voces de una comunidad siempre será un hecho notable: la diversidad de opiniones, la expresión libre, la difusión y combinación de ideas, son demasiado importantes como para que estén limitadas a ciertos sectores. Todos debemos hacer de la palabra una herramienta para mejorar nuestro entorno y para proyectarnos hacia una comunidad con más oportunidades para todos. Y para eso, tenemos que expresarnos más, comunicarnos más y dejar que sean las voces las que hablen y no solo el silencio.
(*) Periodista y profesor universitario.
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