Por Héctor Farina Ojeda (*)
La conformación de la riqueza a nivel mundial ha dado un giro fundamental en los últimos años, ya que de una economía basada en los sectores productivos primarios se pasó a una economía del conocimiento, en donde la generación de la riqueza se concentra en el sector terciario: los servicios. Y detrás de la capacidad de ofrecer servicios, el elemento fundamental es el conocimiento: el saber hacer, planificar y producir un bien innovador y competitivo. Esto lo saben bien en países como Finlandia, Singapur o Noruega, en donde han erradicado la pobreza y han mejorado notablemente la calidad de vida de su gente, sobre la base de invertir en el conocimiento.
Ante la contundencia de los ejemplos y la convicción de que hay que superar un viejo modelo económico basado en la producción primaria, para evolucionar hacia una economía más competitiva, la pregunta es qué es lo que le falta al país para iniciar el proceso de cambio, con miras a las siguientes generaciones. ¿En qué momento y bajo qué circunstancias se puede dar el paso hacia una economía con futuro?
Deberíamos empezar por asumir la necesidad de reinventar nuestra forma de pensar en la economía y dejar la dependencia de la producción de materia prima, que por sí sola no sacará al país de la pobreza. Se requiere de una mirada más profunda, que vaya más allá de un beneficio coyuntural basado en un monocultivo como la soja. No basta con que la economía crezca en forma exponencial en un año si no se genera la capacidad de sostener ese crecimiento en el tiempo y hacer que los beneficios lleguen a los sectores más necesitados.
Pensar en una economía de futuro implica apuntar al conocimiento, a una educación integral que permita que cada uno pueda construir oportunidades en un mundo competitivo. Un paso fundamental es invertir más en la gente y dejar de creer ingenuamente que la riqueza consiste en tener recursos naturales, cuando no se tiene la capacidad de aprovecharlos en beneficio de todos.
El futuro de la economía está en el conocimiento, en saber aprovechar el potencial energético del país, en darle un uso inteligente a la electricidad –como en el desarrollo de autos eléctricos-, en la planificación de cómo formar a los recursos humanos que necesitamos con urgencia y en un plan a largo plazo que ponga al ciudadano como eje fundamental del futuro económico: en la medida en que se invierta más en la gente y en su capacitación, podremos aspirar a salir del modelo cíclico que ya conocemos y que ha generado pobreza, atraso y desigualdad.
(*) Periodista y profesor universitario.
Desde Guadalajara, Jalisco, México
Comentario publicado en el suplemento "Estrategia", del diario La Nación,Paraguay
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