Por Héctor Farina Ojeda
Un tema que merece una atención especial dentro del funcionamiento de la economía es la cultura del ahorro. En México, no existe una cultura del ahorro, es decir no existe la costumbre de ahorrar con miras a poder financiar con nuestros propios recursos proyectos a mediano y largo plazo.
El ahorro consiste en guardar una parte de nuestros ingresos con diversos objetivos, como el poseer dinero para casos imprevistos -como la enfermedad de un familiar, un accidente- o también con miras a concretar proyectos: abrir un negocio, invertir en alguna empresa, financiar la educación de los hijos o simplemente tener recursos disponibles para aprovechar alguna oportunidad que se presente.
La carencia de la costumbre de ahorrar nos habla de la falta de planificación y de visión a mediano y largo plazo. Sólo uno de cada cuatro hogares destina parte de sus ingresos al ahorro, de acuerdo a una encuesta sobre cultura financiera que elaboró la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Y sólo uno de cada 10 mexicanos lleva un registro de sus deudas, gastos, ingresos y ahorro. Pero, estos ahorros no son sistemáticos sino ocasionales e informales, como las famosas “tandas”.
Un ejemplo de la poca cultura del ahorro lo tenemos en el caso de las remesas: durante mucho tiempo miles de familias recibieron dinero de sus parientes que trabajan en Estados Unidos. Pero, como las remesas no son eternas, cuando se perdieron empleos en el vecino país y disminuyó la cantidad de dinero enviado, la crisis interna se notó muy rápido. El motivo es la falta de ahorro y de inversión, por lo que las economías familiares continuaron dependientes de la ayuda externa y no lograron desarrollar un dinamismo propio. Y cuando dejaron de recibir dinero, tuvieron problemas para financiar sus gastos.
Eso pasa cuando solo gastamos lo que recibimos y no ahorramos, no invertimos ni planificamos cómo aprovechar las oportunidades que se tienen al poseer un pequeño capital.
En el contexto mexicano, la realidad nos dice que el 50% de la población vive en condiciones de pobreza, por lo que resulta muy difícil para muchas familias poder ahorrar cuando se tienen necesidades apremiantes de alimentación, salud y vivienda.
Pero también debemos pensar que si seguimos manteniendo hábitos de consumo innecesario y no planificamos mejor nuestros gastos y nuestras inversiones, tendremos menos probabilidades para salir de la condición de precariedad y siempre estaremos a merced de la coyuntura, es decir de lo que “vaya saliendo”.
Hay que desarrollar una cultura del ahorro, sobre la base de una educación financiera que nos lleve a planificar mejor nuestros gastos y a invertir nuestros recursos en proyectos que puedan redituarle a nuestras familias.
Actualmente, tras salir de una crisis coronada con una caída de 6.5% de la economía el año pasado y con un pronóstico de crecimiento de entre 4 y 5% para este año, persiste la sensación de que la recuperación es endeble, pese a los anuncios oficiales. Y esto se debe a la dependencia de factores externos y la falta de un dinamismo propio que pueda sustentar un crecimiento constante. Precisamente, si desarrollamos una cultura del ahorro y logramos tener una economía más planificada, que apunte a invertir mejor y a generar proyectos propios, podremos sentar las bases para tener una economía menos dependiente y más emprendedora.
Una necesidad urgente para tratar de mejorar nuestra economía es la capacitación financiera: aprender una cultura del ahorro, a invertir más, gastar mejor y planificar proyectos que vayan más allá de lo inmediato. De esta manera se podrán aprovechar mejor las oleadas de la economía y se puede apuntar a construir economías familiares más sólidas y con más expectativas para el futuro.
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
Algunos escritos recomendados sobre el ahorro:
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México necesita una cultura del ahorro
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