Por Héctor Farina Ojeda (*)
La situación de pobreza educativa en el Paraguay y las eternas quejas de la mala calidad de los sistemas de enseñanza parecen no corresponder al futuro de un pasado en el que tuvimos a una de las figuras más extraordinarias de la cultura paraguaya: Delfín Chamorro (1863-1931). Este docente, periodista y notable gramático es uno de los referentes más importantes de la educación en Paraguay. Oriundo de Caaguazú, inició sus estudios en la ciudad de Villarrica -entonces asolada por los efectos de la Guerra Grande- y pese a las precariedades de su familia y del país, logró avanzar para terminar constituyéndose en uno de los maestros más reconocidos de nuestra historia.
El profesor Chamorro recibió una formación básica del sistema educativo pero su enorme vocación autodidacta y su gran pasión por la lectura lo convirtieron en un erudito. Apoyado por otro gran maestro como Ramón Indalecio Cardozo, Chamorro supo hacer de la docencia un arte y desarrollar métodos más efectivos de enseñanza, como el famoso “método Chamorro” mediante el cual simplificó y mejoró la forma de enseñar gramática. Con un trabajo incansable, con vocación y con ejemplos, nos enseñó una lección que los paraguayos parece que hemos olvidado: la educación es fundamental para nuestro desarrollo como sociedad y como ciudadanos.
El ejemplo de Chamorro y otros notables intelectuales de la época, que convirtieron a Villarrica en la capital cultural del país y en el mejor lugar para educarse, es una muestra clara de que a pesar de las adversidades podemos formar ciudadanos preparados y conscientes que sepan guiar al país hacia un destino diferente al que hoy tenemos por culpa de la mediocridad. La politización de la educación quizá sea una de las causas por las cuales abandonamos la tradición de tener grandes educadores para dar paso a los acomodados, los politiqueros y los oportunistas al amparo de los gobiernos de turno. No solo invertimos poco en la educación, sino que la mayoría de los recursos se pierde para sustentar un sistema clientelista en el cual se premia a los mediocres y se castiga a generaciones de paraguayos con una pésima enseñanza.
Ante el fracaso rotundo de la reforma educativa, que evidencia que no sólo se ha perdido tiempo y dinero sino que se ha postergado la necesidad impostergable de optimizar nuestra educación, deberíamos plantearnos seriamente qué es lo que queremos: si priorizar la calidad e invertir en la gente o seguir gastando para mantener una burocracia ineficiente y parasitaria que hasta ahora no ha traído beneficios más que para unos pocos.
En tiempos en los que el conocimiento es el tesoro más valioso de cualquier sociedad, debemos orientar nuestros esfuerzos hacia la calidad educativa. El profesor Chamorro y sus enseñanzas no deben quedar en el olvido: son un ejemplo de que podemos construir un país mejor, empezando por tener mejores ciudadanos, con más compromiso y responsabilidad. Tenemos que recuperar la tradición de los grandes educadores y darle al maestro el lugar que se merece, para empezar a diseñar un futuro sobre la base del conocimiento. Necesitamos más trabajo y menos excusas, porque si no rectificamos rumbos hoy, el mañana será mucho peor.
(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales
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