Por Héctor Farina Ojeda (*)
Desde hace muchos años sabemos que en América Latina algo no funciona bien en materia educativa. Pero la situación quizá sea mucho más crítica de lo que creemos si empezamos a comparar y miramos cómo están los países del primer mundo, o si recordamos un pasado en el cual todavía creíamos en la formación educativa. “La educación de Occidente se fue al diablo hace 80 años”: la expresión pertenece al Dr. Fernando Leal Carretero, filósofo, lingüista e investigador de la Universidad de Guadalajara (México), quien en medio de una clase de doctorado pareció resumir gran parte de nuestra historia actual con dicha afirmación.
Ante mi curiosidad sobre esta sentencia tan dolorosa, Leal Carretero respondió que la pregunta grande que deberíamos hacer es ¿qué pasó hace 80 (o 50 o 100) años?, con respecto a la educación. Como ejemplo, dice que una evidencia clara del problema de la educación en México es la enorme diferencia que hay entre la buena calidad de lo que escribían los periodistas a finales del siglo XIX en el país azteca y la mala calidad de lo que se escribe hoy. No obstante, no se trata de un problema exclusivo de México, sino que afecta a toda la cultura occidental, sobre todo a los países de América Latina, en los que se nota más el rezago.
Y aunque el académico advierte que su afirmación es apenas un “esbozo de hipótesis”, porque requiere investigar más para concluir algo de manera contundente, dice que su razonamiento se basa en varios factores, entre ellos que la educación clásica y tradicional tiene como fundamentos dos aspectos: saber leer y escribir, por un lado, y saber contar y medir, por el otro. En el caso de saber leer y escribir, en la Edad Antigua se habían construido tres disciplinas para educar: la gramática, la lógica y la retórica. Sobre la base de estos tres pilares, durante siglos se instruyó a numerosas sociedades. Con la caída del imperio romano, este sistema de enseñanza se conservó casi exclusivamente en los monasterios, pero con Carlomagno se recuperó el sistema y se aplicó en Occidente hasta el siglo XIX, cuando empezó a decaer. Y aquí viene la gran pregunta: ¿qué pasó a partir de ahí para que la educación haya cambiado y hoy se encuentre en una situación lamentable?
Evidentemente, algo hemos hecho mal en todo este tiempo para que hoy tengamos sistemas educativos deficientes y que se haya perdido la calidad en la enseñanza de cuestiones tan básicas como la gramática o la matemática. Hoy, mientras vemos que los países asiáticos progresan a pasos agigantados, no podemos dejar de pensar en nuestros países latinoamericanos que tienen un promedio de escolaridad de apenas siete años, una cifra muy retrasada en comparación con los países asiáticos. Y la diferencia es más grande si pensamos en que además de los enormes niveles de deserción escolar que tenemos los latinoamericanos, debemos sumarle la mala calidad de lo que se enseña y lo que se aprende.
Una tarea obligada que tenemos hoy en países como Paraguay es analizar y debatir sobre la realidad de nuestra educación, para proponer soluciones que nos permitan salir del tercermundismo al que nos hemos condenado nosotros mismos. ¿Qué es lo que podemos hacer para recuperar nuestra capacidad de expresión, de pensamiento y acción? ¿Cómo podemos construir un sistema educativo que pueda formar mejores ciudadanos? ¿Qué estamos haciendo y qué responsabilidad tenemos que asumir para sacar al país del rezago educativo? Si nuestra educación se fue al diablo, deberíamos asumir el desafío de intentar responder estas preguntas para luego trazar un camino que nos aleje de los males de la ignorancia, de la pobreza y de la miseria.
(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.
www.vivaparaguay.com
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2 comentarios:
Efectivamente la educación en países como los nuestros, considerados como tercer mundistas aún tiene un rezago importante, sobre todo en los primeros niveles de educación formativa; es tarea de todos que en éste rubro los pueblos avancen.
Hola Hector
Interesante Reflexión
Es un tema global.
Saludos desde España
Angel
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