domingo, 9 de febrero de 2014

Resultados educativos, atraso y olvido

Por Héctor Farina Ojeda (*)

Los anuncios periódicos sobre los malos resultados en materia educativa que tenemos en América Latina parecen sólo emerger momentáneamente para luego caer en el olvido de la mano de escándalos políticos o algún hecho llamativo que haga que miremos la forma y no el fondo del problema. Mientras los países asiáticos, que se posicionaron en los primeros lugares en la Prueba Pisa, trabajan a marchas forzadas para hacer que sus sistemas educativos produzcan a los cerebros que mejoren la economía y la calidad de vida de sus naciones, en los países latinoamericanos no parece haber la misma preocupación. 

Al comparar el nivel educativo de los jóvenes de 15 años en 65 países -según el Informe Pisa 2013-, los países latinoamericanos figuran en los últimos lugares, muy lejos de sus pares asiáticos. Con 613 puntos, la lista es encabezada por Shangai, la ciudad china que tiene más de 20 millones de habitantes, mientras que en segundo lugar aparece Singapur con 573 puntos. Bastante lejos, aparece Chile en la posición 51, con 423 puntos; le siguen México (53), Uruguay (55), Argentina (59), Colombia (62) y en último sitio aparece Perú (65), con 368 puntos. La diferencia que se puede apreciar no sólo debe entenderse como una suma de puntos en ciertos indicadores, sino que implica notables diferencias en calidad de vida, desarrollo, menos pobreza y menos exclusión. 

Los resultados de la Prueba Pisa son claros al mostrar que en América Latina no estamos formando a una generación competente que renueve la dirección que han tenido nuestros países, sino que se siguen manteniendo sistemas educativos deficientes que hacen que millones de jóvenes pasen por las aulas y obtengan un título sin tener competencias suficientes en campos tan elementales como matemáticas o ciencias. Y la falta de competencia y de conocimientos que resultan de esa despreocupación hacia lo educativo es lo que se refleja en los elevados niveles de pobreza de nuestras naciones, en la corrupción de los gobernantes y en la falta de ideas innovadoras que mejoren la economía y generen más beneficios para la gente. 

En países en los que se lee poco y en los que la inversión en la gente no es la prioridad, no se puede esperar que lleguemos a los estándares de los nórdicos, que han sabido aprovechar las bondades de tener gente educada que sepa administrar los bienes públicos, así como planificar hacia dónde ir como sociedad. La eficiencia educativa en Noruega, Finlandia o Suecia tiene todo que ver con los casi inexistentes niveles de pobreza en estas naciones, en tanto los malos sistemas de América Latina tienen directa relación con la miseria en la que vive gran parte de la gente. 

Vivimos en un mundo globalizado y competitivo, en donde el conocimiento es la fuente más importante para la generación de riqueza. Por eso deberíamos escandalizarnos al tener resultados como los de la Prueba Pisa, porque nos dicen que somos pobres porque no estamos lo suficientemente educados. Y si países como Chile, Uruguay o Argentina exhiben pobres resultados, imaginemos dónde se ubican los que ni siquiera están en la prueba, como Paraguay o Bolivia. 

Si algo debemos aprender es que construir un futuro como sociedad implica trabajar hoy en la formación de nuestra gente. No habrá mejores sociedades sin inversión en la gente, pues es la gente educada la que finalmente define qué tipo de sociedad construimos.

(*) Periodista y profesor universitario 
Desde Guadalajara, Jalisco, México
@hfarinaojeda 



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