Por Héctor Farina Ojeda (*)
En la era de la información y el conocimiento, los avances científicos y tecnológicos son fundamentales para trazar el destino de las naciones en busca de lograr metas como la generación de riqueza, un mejor aprovechamiento de los recursos, la disminución de la pobreza y una elevación general de los índices de calidad de vida de la gente. Ciencia y tecnología son aspectos demasiado importantes en un mundo globalizado y competitivo, en el que el conocimiento aplicado vale mucho más que la tenencia de recursos naturales.
En este contexto, una pregunta obligada es cómo se encuentra el país en materia de ciencia y tecnología. Y la respuesta no es alentadora: Paraguay es uno de los países con la menor inversión en ciencia y tecnología de Latinoamérica y del mundo. El país destina un mísero 0,08 % del Producto Interno Bruto (PIB), lo que se encuentra muy por debajo del promedio de América Latina, que es de 0,6%, y muy lejos de los países desarrollados, que destinan entre el 2% y el 4% de toda la riqueza que generan por año, según reflejan los estudios de organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Pero la gravedad no se agota con estos datos. De acuerdo al informe “Investigación científica e innovación, factores indispensables para el desarrollo económico y social del Paraguay”, en el país sólo hay 0,27 investigadores por cada 1.000 habitantes de la Población Económicamente Activa (PEA), mientras que en España hay 5 investigadores por cada 1.000 habitantes.
A partir de estos indicadores de inversión podemos extraer explicaciones claras del porqué Paraguay sigue siendo uno de los países más pobres de Latinoamérica, con una tendencia a seguir en el atraso, la pobreza, la exclusión y muchas otras carencias en cuanto a lo económico y lo social. No se puede lograr desarrollo sobre la base del desinterés hacia la innovación y la creación del conocimiento científico.
Deberíamos aprender de los finlandeses, que han hecho de su país un modelo de innovación. Y lo más curioso es que lo hicieron a partir de una crisis: cuando en 1993 la economía de Finlandia se hundió, debido al desmembramiento de la Unión Soviética- su principal socio-, los niveles de desempleo se dispararon, las industrias cerraron, el sistema financiero se fue a la bancarrota y el sector privado estaba prácticamente en ruinas. La respuesta de los finlandeses, en plena zozobra, fue duplicar su inversión en ciencia y tecnología. En pocos años se vieron los efectos: Finlandia hoy ha erradicado la pobreza, la desigualdad es muy baja, la educación es de las mejores del mundo, cuentan con los mejores maestros, y la corrupción es casi inexistente. Los mejores indicadores de calidad de vida están en este país nórdico, que hace menos de 20 años estaba quebrado y tenía una economía primaria y precaria. Su secreto: 6% del PIB va a la educación y 4% a ciencia y tecnología.
Los países que hoy están a la vanguardia del progreso son los que más invierten en ciencia y tecnología. Casos como Singapur, Noruega, Finlandia, Japón y últimamente India y China, son emblemáticos en cuanto al desarrollo que puede lograrse a partir de una adecuada política de incentivo a la producción de conocimiento.
En un mundo en el que la riqueza se concentra en el conocimiento, pues el sector de servicios representa las dos terceras partes de la riqueza mundial, Paraguay no puede seguir manteniendo niveles tan ínfimos de inversión en el campo científico y tecnológico. No puede haber un país sustentable en el tiempo con estos indicadores tan bajos.
Necesitamos, con suma urgencia, invertir más, incentivar mecanismos de becas con miras a formar científicos en las mejores universidades del mundo, y lograr multiplicar lo destinado a la tecnología, para lo cual deberían establecer métodos para que las empresas puedan deducir impuestos a cambio de invertir en la innovación que el país necesita. Hay que trazar una política de Estado en la que todos estemos comprometidos con el desarrollo de la ciencia y la tecnología, de forma tal que se logre abandonar los malos indicadores sociales y económicos a los que ya nos hemos acostumbrado.
(*) Periodista y profesor universitario
Publicado en el suplemento especializado en economía y negocios "Estrategia", del Diario La Nación, de Paraguay.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario