Por Héctor Farina Ojeda (*)
La recurrencia de muchos de los temas que conforman la vida nacional nos habla de que más allá de los hechos particulares hay cuestiones de fondo que siguen siendo caldo de cultivo para muchos males. Nos repetimos siempre en el ejercicio del asombro al enterarnos de casos de negligencia, de mala administración de los recursos, del derrumbe de obras defectuosas, de los altibajos de la economía y de la inestabilidad y la falta de rumbo en aspectos tan sensibles como la planificación de un país.
No deberíamos sorprendernos ni esperar nada distinto de lo que tenemos, si no atacamos los fundamentos de los problemas que aquejan a la sociedad. Si pensamos en los casos médicos, en donde la sombra de la negligencia o la incapacidad aparecen como culpables, resalta como problema de fondo la falta de una preparación adecuada de los profesionales, lo que se explica por los bajos niveles de calidad educativa que tenemos en nuestras casas de estudio.
El mismo denominador podemos encontrarlo en los casos de las construcciones mal planificadas, que cuando derivan en un derrumbe o alguna desgracia nos interpelan sobre qué tipo de preparación tienen las personas encargadas de planificar, construir y verificar las obras. Nos queda la duda sobre la eficiencia y la calidad de los materiales, como las varillas y el cemento, con lo que ponemos en entredicho el buen funcionamiento de las industrias que abastecen de insumos al sector de la construcción.
Al cuestionarnos sobre por qué las empresas paraguayas tienen muy malos indicadores de competitividad y no logran posicionarse con firmeza en el mercado internacional o al pensar en la notable incapacidad de los negociadores para conseguir mejores condiciones, tanto en el Mercosur como en las hidroeléctricas que compartimos con Brasil y Argentina, no podemos dejar de ver que detrás de los malos resultados, la impericia y otros males se incuba la pobre calidad de la formación de nuestros recursos humanos.
Y este mismo fundamento es el que subyace a muchos otros males que aquejan a la sociedad paraguaya: desde una justicia injusta e ineficiente –que se soporta sobre la base de funcionarios no idóneos ni capacitados- hasta la constante desilusión que nos llevamos cuando analizamos los resultados de la gestión de los administradores del poder. Mala calidad de gestión, malos negociadores, profesionales negligentes, personas poco aptas en puestos que son claves para el funcionamiento del país: todo esto tiene como origen un sistema de formación que no satisface las necesidades de competitividad para pensar en planificar una sociedad con un destino menos incierto.
Sin embargo, lo más curioso de todo es que conocemos muy bien este panorama pero hasta ahora no hemos sabido encontrar la manera de hacer un viraje que nos ubique más cerca de un país estable, con una economía sólida y en crecimiento constante, y más lejos de un país en el que se repiten los errores y se mantienen elevados índices de pobreza, desempleo, exclusión y corrupción. Nos llenamos de diagnósticos, de reclamos y medidas de urgencia para parchar conflictos, pero el fundamento de los problemas sigue siendo una usina generadora de los males que decimos que queremos erradicar.
Para mejorar la economía, lo primero que hay que hacer es un cambio radical en la formación de los cimientos del país: necesitamos mejorar los niveles de competitividad de profesionales –en todos los ámbitos- para lo cual tenemos que hacer una profunda revisión de los sistemas de capacitación de nuestros recursos humanos.
Una medida fundamental es empezar a trabajar en la formación de equipos dirigenciales competitivos, priorizando la calidad profesional de los recursos humanos. Y esto implica hacer una planificación a mediano y largo plazo, en la que se apunte a invertir lo que sea necesario en una educación que nos permita tener mejores negociadores, mejores administradores, mejores empresarios y mejores profesionales de todos los ámbitos. Cuando la economía esté en manos más preparadas, podremos aspirar a resultados más satisfactorios. De lo contrario, ya sabemos con qué tipo de carencias y atraso seguiremos viviendo.
(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México
Publicado en el suplemento especializado en economía y negocios “Estrategia”, del Diario La Nación, de Paraguay
domingo, 29 de mayo de 2011
sábado, 28 de mayo de 2011
La confianza y el desarrollo de la economía
Por Héctor Farina Ojeda (*)
Los saltos y caídas de la economía paraguaya en los últimos años son un reflejo claro de muchas de las cuestiones pendientes que se tienen para consolidar una tendencia de crecimiento y equidad. Hay una marcada inestabilidad, inconstancia y falta de solidez que derivan en que se tenga una economía maleable y que a menudo nos ofrece más dudas que certezas en cuanto a su desarrollo a mediano y largo plazo. Como casi todas las economías latinoamericanas, la paraguaya conlleva e incuba el germen de la incertidumbre.
En este contexto, el desarrollo de un sistema de confianza es una materia pendiente que, si se trabaja de la manera correcta, podría convertirse en un aval e incentivo para muchos beneficios económicos: desde la radicación de inversiones y el desarrollo de emprendimientos propios hasta la generación de empleos y la distribución de oportunidades de superación personal. Cuando existe confianza, se tiene un soporte para hacer negocios, para innovar y emprender, para proponer proyectos y dinamizar la economía, ya sea en pequeña o en gran escala.
El régimen de confianza es fundamental para tener una previsibilidad de hacia dónde va la economía de un país y para saber qué tipo de emprendimientos podemos encarar. Y esta confianza no se refiere solo a aspectos como la seguridad jurídica, sino a la seriedad y responsabilidad de las instituciones, a las certezas que ofrezcan las empresas nacionales e internacionales y, sobre todo, a la transparencia que exista en el mercado para cualquier transacción.
Uno tiene confianza para hacer inversiones cuando encuentra un ambiente indicado, cuando tiene la seguridad de que su proyecto encontrará respaldo y que sus recursos y esfuerzos obtendrán resultados beneficiosos. Pero esa confianza se pierde cuando no hay transparencia, cuando la corrupción impera en las instituciones y cuando la informalidad forma parte de la cultura de la gente. Esto lo saben los países más desarrollados y por eso hacen de la seriedad y la confianza elementos fundamentales de la vida cotidiana. Basta con mirar los sistemas de transparencia de Suecia o Noruega para comprender la importancia de generar confianza, así como la relación directa con el crecimiento de la economía y el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas.
En el año del bicentenario, Paraguay debería refundarse sobre la base de hacer una fuerte campaña de recuperación de la confianza en las instituciones, la sociedad, los individuos y el país, de manera que los males endémicos queden superados y se apunte a un crecimiento estable y más equitativo.
(*) Periodista y profesor universitario.
Desde Guadalajara, Jalisco, México
Los saltos y caídas de la economía paraguaya en los últimos años son un reflejo claro de muchas de las cuestiones pendientes que se tienen para consolidar una tendencia de crecimiento y equidad. Hay una marcada inestabilidad, inconstancia y falta de solidez que derivan en que se tenga una economía maleable y que a menudo nos ofrece más dudas que certezas en cuanto a su desarrollo a mediano y largo plazo. Como casi todas las economías latinoamericanas, la paraguaya conlleva e incuba el germen de la incertidumbre.
En este contexto, el desarrollo de un sistema de confianza es una materia pendiente que, si se trabaja de la manera correcta, podría convertirse en un aval e incentivo para muchos beneficios económicos: desde la radicación de inversiones y el desarrollo de emprendimientos propios hasta la generación de empleos y la distribución de oportunidades de superación personal. Cuando existe confianza, se tiene un soporte para hacer negocios, para innovar y emprender, para proponer proyectos y dinamizar la economía, ya sea en pequeña o en gran escala.
El régimen de confianza es fundamental para tener una previsibilidad de hacia dónde va la economía de un país y para saber qué tipo de emprendimientos podemos encarar. Y esta confianza no se refiere solo a aspectos como la seguridad jurídica, sino a la seriedad y responsabilidad de las instituciones, a las certezas que ofrezcan las empresas nacionales e internacionales y, sobre todo, a la transparencia que exista en el mercado para cualquier transacción.
Uno tiene confianza para hacer inversiones cuando encuentra un ambiente indicado, cuando tiene la seguridad de que su proyecto encontrará respaldo y que sus recursos y esfuerzos obtendrán resultados beneficiosos. Pero esa confianza se pierde cuando no hay transparencia, cuando la corrupción impera en las instituciones y cuando la informalidad forma parte de la cultura de la gente. Esto lo saben los países más desarrollados y por eso hacen de la seriedad y la confianza elementos fundamentales de la vida cotidiana. Basta con mirar los sistemas de transparencia de Suecia o Noruega para comprender la importancia de generar confianza, así como la relación directa con el crecimiento de la economía y el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas.
En el año del bicentenario, Paraguay debería refundarse sobre la base de hacer una fuerte campaña de recuperación de la confianza en las instituciones, la sociedad, los individuos y el país, de manera que los males endémicos queden superados y se apunte a un crecimiento estable y más equitativo.
(*) Periodista y profesor universitario.
Desde Guadalajara, Jalisco, México
martes, 10 de mayo de 2011
¿Cómo hacer un periodismo de calidad en Jalisco?
Los periodistas Sergio René de Dios Corona y Gabriel Orihuela explican estrategias dentro de la clausura de las VI Jornadas de Periodismo del Centro Universitario de la Ciénega de la Universidad de Guadalajara.
Por: Alejandra Pedroza Marchena
Fotografías: Alma Gómez
Los periodistas Gabriel Orihuela, Sergio René de Dios Corona y Héctor Farina Ojeda
Un crujido que retumba en la sala anuncia el comienzo de la ponencia. Es el micrófono que se enciende y amplifica las expresiones de quienes se reúnen el primer viernes de mayo, con el fin de reflexionar los retos que enfrenta el periodismo jalisciense para desempeñarse con eficacia.
El sonido se vuelve más tenue al tiempo que suenan en la sala las voces de los periodistas Sergio René de Dios Corona y Gabriel Orihuela. Sus palabras coinciden al remarcar que una de las barreras que enfrenta el periodismo en este estado es el hecho de basarse en declaraciones y emitir la información casi transcrita, sin analizar y poner en relieve los datos que se reciben.
El micrófono lo sostiene Héctor Farina Ojeda, coordinador de la Licenciatura en Periodismo en el Centro Universitario de la Ciénega (CUCI), quien modera la mesa y lee el contexto del oficio hoy en día: el periodista latinoamericano debe enfrentar imposibilidades en cuanto a su seguridad, así como a salarios bajos, y simultáneamente, no debe perder la pro actividad de alguien que tiene la responsabilidad de informar. La pregunta es: ¿Cómo?.
El crujido se vuelve reaparece y ahora suena porque el micrófono se pasea hacia los ponentes que, están invitados a conducir el análisis de universitarios y académicos reunidos en Ocotlán, Jalisco.
Toma la palabra Gabriel Orihuela, quien se ha desempeñado tanto en el ámbito periodístico como universitario, y es precisamente, poniendo en comparativa a estos dos ámbitos como abre su discurso. Explica el requerimiento de volver a los modelos básicos que aprende el periodista, a lo que se revisa en el aula y queda en letras cuando en la práctica se olvida, ello para mejorar el desempeño del oficio.
“Tener la humildad suficiente para reconocer que tú no eres el experto”, es otro ingrediente del periodismo de calidad que Orihuela propone, y aunque un tanto contrarias, como el lo notifica, el periodista también incluye la recomendación de especializarse en un tema. Retando el ánimo de los presentes, habla de la importancia de las matemáticas para los periodistas y la obligada capacidad de análisis numérico que se requiere para hablar con la verdad. Los gestos los apacigua al finalizar con una frase que se le escapa entre sonrisas: “Goza del trabajo”.
“No hay periódicos de calidad en México”, declara Sergio René de Dios al abrir su discurso, mientras entre sus manos embona el micrófono. A éste se dirige el reclamo de la poca habilidad y práctica de los periodistas jaliscienses para investigar. “El periodismo no existe sin investigación”, replica Sergio René y argumenta que muy pocas veces los reporteros generan información nueva.
Tanto Sergio René de Dios, como Gabriel Orihuela coinciden en que el hábito común de los periodistas jaliscienses se basa en transcribir discursos sin analizar más allá de la información
Explica la importancia de saber redactar y comunicarse verbalmente, similar a Orihuela al hablar de los requerimientos básicos que en la práctica se han olvidado. El periodista le aumenta grados de dificultad a su estrategia cuando expresa la necesidad actual de que un periodista maneje las tecnologías de la información y la comunicación, debido a la orientación del medio por el periodismo en línea.
La Dra. Cecilia Morquecho, jefa del Departamento de Comunicación y Psicología, toma la palabra para agradecer la respuesta de alumnos y periodistas invitados.
Pareciera que enmarca sus últimas palabras con los gestos que expresa al dirigirse a los estudiantes y periodistas que de frente celebran sus palabras. Advierte que si no se tiene actitud de perseverancia no se podría ejercer el oficio y puntualiza que para disfrutar de él es preciso vivir con sentido del humor.
En la mesa de los panelistas se festeja la clausura de las Jornadas de Periodismo en su sexta edición. La Dra. Cecilia Morquecho, Jefa del Departamento de Comunicación y Psicología agradece la asistencia y la respuesta de los alumnos. Entre el público, el eco a los agradecimientos resuena entre aplausos y risas. Un micrófono se prende para ellos, quienes ahora tienen el turno de cuestionar y comentar. El otro micrófono, el que habría albergado las palabras que responderían las estrategias para practicar periodismo de calidad en Jalisco, cruje en medio de aplausos cercanos y se apaga.
Fuente: Tiempos de Enfoque. Ver aquí
Por: Alejandra Pedroza Marchena
Fotografías: Alma Gómez
Los periodistas Gabriel Orihuela, Sergio René de Dios Corona y Héctor Farina Ojeda
Un crujido que retumba en la sala anuncia el comienzo de la ponencia. Es el micrófono que se enciende y amplifica las expresiones de quienes se reúnen el primer viernes de mayo, con el fin de reflexionar los retos que enfrenta el periodismo jalisciense para desempeñarse con eficacia.
El sonido se vuelve más tenue al tiempo que suenan en la sala las voces de los periodistas Sergio René de Dios Corona y Gabriel Orihuela. Sus palabras coinciden al remarcar que una de las barreras que enfrenta el periodismo en este estado es el hecho de basarse en declaraciones y emitir la información casi transcrita, sin analizar y poner en relieve los datos que se reciben.
El micrófono lo sostiene Héctor Farina Ojeda, coordinador de la Licenciatura en Periodismo en el Centro Universitario de la Ciénega (CUCI), quien modera la mesa y lee el contexto del oficio hoy en día: el periodista latinoamericano debe enfrentar imposibilidades en cuanto a su seguridad, así como a salarios bajos, y simultáneamente, no debe perder la pro actividad de alguien que tiene la responsabilidad de informar. La pregunta es: ¿Cómo?.
El crujido se vuelve reaparece y ahora suena porque el micrófono se pasea hacia los ponentes que, están invitados a conducir el análisis de universitarios y académicos reunidos en Ocotlán, Jalisco.
Toma la palabra Gabriel Orihuela, quien se ha desempeñado tanto en el ámbito periodístico como universitario, y es precisamente, poniendo en comparativa a estos dos ámbitos como abre su discurso. Explica el requerimiento de volver a los modelos básicos que aprende el periodista, a lo que se revisa en el aula y queda en letras cuando en la práctica se olvida, ello para mejorar el desempeño del oficio.
“Tener la humildad suficiente para reconocer que tú no eres el experto”, es otro ingrediente del periodismo de calidad que Orihuela propone, y aunque un tanto contrarias, como el lo notifica, el periodista también incluye la recomendación de especializarse en un tema. Retando el ánimo de los presentes, habla de la importancia de las matemáticas para los periodistas y la obligada capacidad de análisis numérico que se requiere para hablar con la verdad. Los gestos los apacigua al finalizar con una frase que se le escapa entre sonrisas: “Goza del trabajo”.
“No hay periódicos de calidad en México”, declara Sergio René de Dios al abrir su discurso, mientras entre sus manos embona el micrófono. A éste se dirige el reclamo de la poca habilidad y práctica de los periodistas jaliscienses para investigar. “El periodismo no existe sin investigación”, replica Sergio René y argumenta que muy pocas veces los reporteros generan información nueva.
Tanto Sergio René de Dios, como Gabriel Orihuela coinciden en que el hábito común de los periodistas jaliscienses se basa en transcribir discursos sin analizar más allá de la información
Explica la importancia de saber redactar y comunicarse verbalmente, similar a Orihuela al hablar de los requerimientos básicos que en la práctica se han olvidado. El periodista le aumenta grados de dificultad a su estrategia cuando expresa la necesidad actual de que un periodista maneje las tecnologías de la información y la comunicación, debido a la orientación del medio por el periodismo en línea.
La Dra. Cecilia Morquecho, jefa del Departamento de Comunicación y Psicología, toma la palabra para agradecer la respuesta de alumnos y periodistas invitados.
Pareciera que enmarca sus últimas palabras con los gestos que expresa al dirigirse a los estudiantes y periodistas que de frente celebran sus palabras. Advierte que si no se tiene actitud de perseverancia no se podría ejercer el oficio y puntualiza que para disfrutar de él es preciso vivir con sentido del humor.
En la mesa de los panelistas se festeja la clausura de las Jornadas de Periodismo en su sexta edición. La Dra. Cecilia Morquecho, Jefa del Departamento de Comunicación y Psicología agradece la asistencia y la respuesta de los alumnos. Entre el público, el eco a los agradecimientos resuena entre aplausos y risas. Un micrófono se prende para ellos, quienes ahora tienen el turno de cuestionar y comentar. El otro micrófono, el que habría albergado las palabras que responderían las estrategias para practicar periodismo de calidad en Jalisco, cruje en medio de aplausos cercanos y se apaga.
Fuente: Tiempos de Enfoque. Ver aquí
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domingo, 8 de mayo de 2011
La inversión extranjera directa: ¿por qué no es suficiente?
Por Héctor Farina Ojeda (*)
La Inversión Extranjera Directa (IED) en México alcanzó un monto de 17.726 millones de dólares en 2010, lo que implica una recuperación leve frente a 2009, pero la cifra todavía es inferior a los niveles que se tenían antes de la crisis económica global: en 2008 la inversión fue por 25.800 millones de dólares, de acuerdo al informe la Comisión Económica para América Latina (Cepal)
En términos internos, México tardará por lo menos dos años más en recuperar los niveles de captación de inversiones que se tenían en 2008, lo que implica que el proceso de recuperación es más lento de lo esperado.
Si tomamos los datos en el contexto latinoamericano, México es uno de los mayores captadores de inversiones extranjeras: el año pasado ocupó el segundo lugar, solo superado por Brasil, que incrementó su cifra en 87%.
Pero algo que los oyentes deben preguntarse es por qué los buenos indicadores en materia de inversiones no se notan en aspectos sociales tan importantes como la pobreza o la calidad de vida. ¿Por qué un país que capta cifras millonarias de inversión extranjera sigue manteniendo al 50% de su población en condiciones de pobreza, con 2.5 millones de desempleados, con salarios precarios y con una permanente sensación de incertidumbre sobre el futuro de la economía?
Ciertamente, si pensamos en países europeos o asiáticos, las inversiones tienen un mayor impacto y pareciera que hay más beneficios en cuanto a empleos, a desarrollo y progreso, y sobre todo a la consolidación de tendencias de crecimiento económico. Esto se debe al contexto favorable que se tiene para la radicación y aprovechamiento de inversiones.
Contrariamente, en México, como en la mayoría de los países latinoamericanos, hay serios problemas que limitan el aprovechamiento de las inversiones:
-La economía no es estable, por lo que los inversionistas no sienten la confianza para invertir en forma constante. Esto hace que no se consoliden ni un modelo ni una tendencia en cuanto a las inversiones y sus efectos positivos, sino que más bien se tiene una falta de constancia y los beneficios son coyunturales.
Recuerden lo que pasó poco antes de que México firme el Tratado de Libre Comercio: era el mayor captador mundial de inversión extranjera directa, pero esto se desmoronó en breve tiempo, las inversiones se fueron y los niveles de pobreza se mantuvieron e incluso agudizaron.
-La economía mexicana es muy dependiente de Estados Unidos, no es dinámica por sí misma, lo que no permite consolidar una estabilidad propia.
-La calidad de la educación es insuficiente, por lo que esto genera exclusión: pocos tienen las mejores oportunidades y son ellos los que terminan concentrando los beneficios del crecimiento, mientras que el porcentaje mayor de la población queda excluido.
-Otro aspecto limitante es el de la inseguridad, que ahuyenta inversiones: nadie invierte su dinero en un lugar inseguro en donde no tiene la certeza de que podrá incrementarlo.
Para que las inversiones y los grandes números de la economía permeen en forma más justa hacia la sociedad se deben corregir los problemas internos, de manera que los indicadores tengan un mayor impacto social y no solo representen beneficios parciales, momentáneos e inciertos. De lo contrario, seguiremos invocando cifras, indicadores y estadísticas de grandes números, mientras persisten los problemas que se supone debemos superar a partir de lo macro: pobreza, exclusión, falta de educación y de oportunidades.
(*) Periodista y profesor universitario
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
La Inversión Extranjera Directa (IED) en México alcanzó un monto de 17.726 millones de dólares en 2010, lo que implica una recuperación leve frente a 2009, pero la cifra todavía es inferior a los niveles que se tenían antes de la crisis económica global: en 2008 la inversión fue por 25.800 millones de dólares, de acuerdo al informe la Comisión Económica para América Latina (Cepal)
En términos internos, México tardará por lo menos dos años más en recuperar los niveles de captación de inversiones que se tenían en 2008, lo que implica que el proceso de recuperación es más lento de lo esperado.
Si tomamos los datos en el contexto latinoamericano, México es uno de los mayores captadores de inversiones extranjeras: el año pasado ocupó el segundo lugar, solo superado por Brasil, que incrementó su cifra en 87%.
Pero algo que los oyentes deben preguntarse es por qué los buenos indicadores en materia de inversiones no se notan en aspectos sociales tan importantes como la pobreza o la calidad de vida. ¿Por qué un país que capta cifras millonarias de inversión extranjera sigue manteniendo al 50% de su población en condiciones de pobreza, con 2.5 millones de desempleados, con salarios precarios y con una permanente sensación de incertidumbre sobre el futuro de la economía?
Ciertamente, si pensamos en países europeos o asiáticos, las inversiones tienen un mayor impacto y pareciera que hay más beneficios en cuanto a empleos, a desarrollo y progreso, y sobre todo a la consolidación de tendencias de crecimiento económico. Esto se debe al contexto favorable que se tiene para la radicación y aprovechamiento de inversiones.
Contrariamente, en México, como en la mayoría de los países latinoamericanos, hay serios problemas que limitan el aprovechamiento de las inversiones:
-La economía no es estable, por lo que los inversionistas no sienten la confianza para invertir en forma constante. Esto hace que no se consoliden ni un modelo ni una tendencia en cuanto a las inversiones y sus efectos positivos, sino que más bien se tiene una falta de constancia y los beneficios son coyunturales.
Recuerden lo que pasó poco antes de que México firme el Tratado de Libre Comercio: era el mayor captador mundial de inversión extranjera directa, pero esto se desmoronó en breve tiempo, las inversiones se fueron y los niveles de pobreza se mantuvieron e incluso agudizaron.
-La economía mexicana es muy dependiente de Estados Unidos, no es dinámica por sí misma, lo que no permite consolidar una estabilidad propia.
-La calidad de la educación es insuficiente, por lo que esto genera exclusión: pocos tienen las mejores oportunidades y son ellos los que terminan concentrando los beneficios del crecimiento, mientras que el porcentaje mayor de la población queda excluido.
-Otro aspecto limitante es el de la inseguridad, que ahuyenta inversiones: nadie invierte su dinero en un lugar inseguro en donde no tiene la certeza de que podrá incrementarlo.
Para que las inversiones y los grandes números de la economía permeen en forma más justa hacia la sociedad se deben corregir los problemas internos, de manera que los indicadores tengan un mayor impacto social y no solo representen beneficios parciales, momentáneos e inciertos. De lo contrario, seguiremos invocando cifras, indicadores y estadísticas de grandes números, mientras persisten los problemas que se supone debemos superar a partir de lo macro: pobreza, exclusión, falta de educación y de oportunidades.
(*) Periodista y profesor universitario
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
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