lunes, 13 de septiembre de 2010

Centros de conocimiento y autogestión educativa


Por Héctor Farina Ojeda (*)
Desde Guadalajara, Jalisco, México

No es una novedad que en la era de la información, el conocimiento ha pasado a ser el capital más importante para el desarrollo de la economía y para la construcción de una sociedad con más oportunidades. Pero mientras los países con visión de futuro vuelcan sus ingresos hacia la mejora constante de la educación de su gente, en América Latina seguimos postergando la urgente necesidad de invertir en el conocimiento, sin tener en cuenta que las dos terceras partes de la riqueza que se produce en el mundo corresponden al sector de servicios, que se basa totalmente en un capital estratégico: el conocimiento.

En el caso de Paraguay, a la poca inversión que se le asigna a la educación tenemos que sumarle la pesada burocracia y la mala administración, que hacen que los recursos no lleguen a muchos rincones del país, en donde hay escuelas que necesitan sillas, pizarrones y maestros de calidad. No sólo nos enfrentamos a la limitación de presupuestos, sino a una mala distribución que se nota en el olvido al que son sometidos muchos de nuestros centros educativos, que carecen de la infraestructura y las condiciones mínimas para la enseñanza.

Sin embargo, más allá de señalar a los culpables y levantar nuestra voz de protesta contra los gobiernos que no han querido o no han sabido promover sistemas educativos más efectivos e incluyentes, tenemos que ser más críticos, más propositivos y asumir el compromiso de ser parte activa de las soluciones. Y si pensamos en muchos rincones del país que han sido olvidados en los presupuestos generales, podemos buscar estrategias que contribuyan a formar centros de conocimiento, mediante modelos de autogestión educativa.

Los gobiernos locales y los ciudadanos deben tomar la iniciativa: con presupuestos municipales y sistemas de autogestión se pueden formar centros de capacitación regionales en los que se fomente la educación de la gente con miras a cambiar su entorno. Formar a la gente, capacitar a los segmentos estudiantiles pensando en su futuro laboral y en la trascendencia de tener gente preparada para crear una economía competitiva que asegure ingresos, menos pobreza y más oportunidades: esa es nuestra tarea.

Los centros de formación pueden generar al año cientos de especialistas en temas agrícolas, en el desarrollo de las potencialidades productivas de la tierra, en desarrollo industrial y en proyectos de servicios que apunten a los negocios relacionados con el conocimiento. Deberíamos tener un centro de élite en la zona Este del país, en el que se forme a los mejores ingenieros y expertos en temas energéticos, puesto que tenemos la mayor hidroeléctrica del mundo, aunque contradictoriamente no contamos con los mejores profesionales.

Con un mayor compromiso se puede lograr que la calidad educativa llegue a los rincones que hoy están olvidados por las autoridades nacionales. En el siglo pasado ya lo demostraron grandes educadores como Ramón Indalecio Cardozo y Delfín Chamorro, cuando hicieron de Villarrica la referencia cultural del Paraguay.

Por un lado, tenemos que ser mucho más exigentes con las autoridades nacionales a la hora de reclamar un mayor presupuesto y una mejor inversión en cuestiones educativas en los distintos puntos del país, pero no podemos invocar la negligencia, la corrupción o la burocracia para justificar la inacción en nuestras comunidades.
Potenciar lo local es un compromiso que debemos asumir todos. Los municipios deberían incentivar la promoción de sus centros educativos, destinando un mayor presupuesto y haciendo que la gente participe, así como estableciendo mecanismos para que las empresas puedan deducir sus impuestos en la medida que aporten para programas educativos. El establecimiento de un sistema de becas podría ser fundamental para incentivar el desarrollo de una región, ya que permitirá formar a la gente que se encargará de mejorar la economía, la política y lo social en general.

Es hora de recuperar la capacidad de autogestión en nuestras comunidades y de tomar medidas locales para potenciar a nuestros recursos humanos con miras a dotarlos del capital más cotizado y más urgente en los tiempos modernos.

(*) Periodista y profesor universitario. Master en Ciencias Sociales.

Publicado en la Revista Ecos, de Paraguay.

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